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lunes, 16 de agosto de 2010

Romance Los poemas de la carne











Originalmente, la idea era poner en esta edición poemas relacionados con la el verano, la arena, el sol, el mar azul... pero entonces se cruzó en mi camino el siguiente poema, y una cosa llevó a la otra. Que los disfruten.


Sol y carne
Arthur Rimbaud

¡Si volviera el tiempo, el tiempo que fue!
Porque el hombre ha terminado, el hombre
representó ya todos sus papeles.
En el gran día, fatigado de romper los ídolos,
resucitará, libre de todos sus dioses,
y, como es del cielo, escrutará los cielos.
El ideal, el pensamiento invencible, eterno,
todo el dios que vive bajo su arcilla carnal
se alzará, se alzará, arderá bajo su frente.
Y cuando le veas sondear el inmenso horizonte,
vencedor de los viejos yugos, libre de todo miedo,
te acercarás a darle la santa redención.
Espléndida, radiante, del seno de los mares,
tú surgirás, derramando sobre el Universo
con sonrisa infinita el amor infinito,
el mundo vibrará como una inmensa lira
bajo el estremecimiento de un beso inmenso...

El mundo tiene sed de amor: tú la apaciguarás,
¡oh esplendor de la carne! , ¡oh esplendor ideal
¡Oh renuevo de amor, triunfal aurora
en la que doblegando a sus pies los dioses y los héroes,
la blanca Calpigia y el pequeño Eros cubiertos con
nieve de las rosas
las mujeres y las flores su bellos pies cerrados!








La Carne Ardiente



Porfirio Barba Jacob



En un jardín de aquel país horrendo
hallé a Fantina, de ojos maternales
y desnudeces mórbidas, tejiendo
guirnaldas con las rosas vesperales.

Y cual las agujas túrbidas de un río
que rompe un viento en procelosa huella,
gimió de amor mi corazón sombrío
y suspiró mi mocedad por Ella.

“Fantina -dije con ahogadas voces
que al brotar abrasábanme la lengua-,
quiero hundir mis mejillas en la falda
de tu traje, que apenas roza el viento,
entreverar un lirio en tu guirnalda
y ungir tus trenzas con precioso ungüento”.

La vi volverse, rígida y sañuda,
por esquivarme el juvenil encanto:
¡quizá en mis voces se sintió desnuda
y la vergüenza desató su llanto!

En la tórrida noche cenicienta
de ondas pesadas, que al jardín caía,
miré mi carne ansiosa y opulenta,
¡y en un rojizo resplandor ardía!








La carne piensa y no llora.
Juan Gelman

"La carne piensa", dijimos,
recordando a alguien
que ya olvidamos.
Y es la sangre
la que construye el instinto
y es el instinto
el que seduce a la muerte
y es la muerte
la que desata la sangre
y es la sangre
la que comprueba la vida.
Todo es circular,
todo vuelve.
(Decir que todo cambia
es una obviedad:
no está claro por qué
decirlo renueva la esperanza).
Los ojos de una madre
delatan que piensa en los hijos
aun cuando no piensa en ellos.
La carne recuerda y es ajena
a cualquier renunciación.
La verdad reside
en el brillo del cuchillo,
duele como la mordida
de un perro agotado de sueños.
Esta carne se somete al filo
y otras carnes alrededor de la tierra
lloran/ sangran
sin saber por qué.






En carne viva
Salvador Pliego

Esta noche íntegra en que lanza el rostro su mirada al cielo en el pasadizo donde descubre el torrente de una boca, la flauta de amor, de aire y bocanada, el triunfo amordazante que glosa en carne viva, las pestañas que rodean al mármol y su rima, la tímida palabra de entrañas, de gestos que musitan, la bilingüe voz que juega en la lengua y la aglutina; así la boca encendida abre su dicha y estimula, en notas, la lengua dulce y, ya abierta, añade un jugo reciente y de frescuras, un jugo de meriendas y alegrías, un sabor a mate y aventuras, un grito de unción y de presencia que registra la asunción del goce en las pupilas, las fibras de victoria enloquecidas, los sentidos excitados de caricias, la cura del género en tactos desmedidos, la influencia de los labios en cosechas de pericias. Entonces los ojos van clavándose como lámparas de nidos atizadas, como el deseo de dos viudos que, sin lógica de tiempo, abrazándose se miran y clavan sus pupilas al frote de mejillas.

Voy a reclamar la lengua de tu boca, el éxtasis primario, el rito esencial a una rosa, la vorágine de azúcar, escarcha y flora, la embriaguez que brota en cada incógnita de un beso que te toca y vuelve en miel el sorbo que desborda, la intacta mansedumbre de un labio terso que desagua el elixir preciso y el olor exacto, la forma ecuánime y perfecta del sentido, el toque fijo entre los labios y el arranque apasionado donde concretiza el espacio de tu templo infinito.

En carne viva desato tu lengua, la devoro, irrumpo en su materia y la embalo. Encajono su geométrica delicia en el placer indefinido, en la dicha conceptual jamás predicha. Elaboro con ella el sudor y la ternura, la suavidad imprescindible y urgente, el pulso de vida y necesario, el vital reclamo del latido.


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