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viernes, 23 de julio de 2010

Asesina de sueños 04



Pequeños accidentes, pequeños cambios, hasta ahora irrelevantes. Pero estén alertas, no olviden nunca lo que nos dice la teoría del caos “el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo”.

El capítulo de hoy se titula: Perdiendo a un ser querido

La felicidad se respiraba en el ambiente. Era el estado general en la mansión de los Andley desde que Candy se convirtió en un miembro de la familia por órdenes de William Andley, el jefe de la familia. Para alegría de Candy, ahora pasaba gran parte del día con Anthony, Stear y Archie. Desayunaban, comían y cenaban juntos, tomaban sus lecciones diarias, y hacían un plan diferente para cada tarde. Cada día dejaba nuevos recuerdos que hacían cada vez más real la situación de Candy como hija adoptiva de los Andley. Y por eso, la tía Elroy cada día separaba a Candy unas horas de los chicos, para enseñarle de forma intensiva buenos modales y reglas de etiqueta.

Sin embargo, a pesar de todo el ambiente de felicidad que se respiraba en la mansión, una sombra nublaba el panorama general, aún cuando nadie hablaba en voz alta de ello. Habían pasado unas cuantas semanas desde la inesperada muerte de la señora Leegan en la mansión de los Andley. Algo completamente estúpido e inesperado, una reacción alérgica a las almendras, utilizadas como ingrediente en uno de los platillos servidos en la cena de presentación de Candy como miembro de la familia Andley. Para la señora Elroy fue un golpe duro, pues se trataba de una de sus sobrinas predilectas.

Desde ese día, los Leegan no habían vuelto a la mansión, y aunque los chicos estaban felices por no tener que sufrir la presencia de Elisa y Neal merodeando por ahí, al mismo tiempo, aunque no lo comentaban, les preocupaban las últimas palabras de Elisa contra Candy antes de marcharse, culpándola de la muerte de su madre, y jurándole que lo lamentaría.

Finalizaba el verano en Lakewood, cuando la señora Elroy anunció que pronto habría un evento importante:
-La Cacería del Zorro- le explicaba a Candy- es una reunión anual de todos los parientes de los Andley, y ahí haremos tu presentación oficial.
A Candy y a los chicos les preocupaba sobremanera que la generalización “todos los parientes” incluyera a Elisa y Neal Leegan dentro de esa lista, y peor aún, que ellos aceptaran la invitación, pues normalmente sus visitas no traían nada bueno, y ahora de seguro iban a buscar una forma de dañar a Candy, en lo que ellos consideraban “una justa venganza”.

-Te veo extraña- le dijo esa tarde Dorothy a Candy mientras la peinaba antes de la cena.

Aunque desde el día que Candy fue a vivir a la mansión de los Andley, Dorothy fue asignada a la chica como su doncella personal, la amistad que había surgido entre ellas durante el tiempo que ambas fueron sirvientas en Sunville, la residencia de los Leegan, no había desaparecido; Candy tenía a Dorothy como su única confidente, y cuando estaban a solas, dejaban a un lado cualquier barrera social que se pudiera interponer entre ellas. En alguna de sus conversaciones, de hecho, Candy le había prometido a Dorothy que ella nunca olvidaría su amistad, como en algún momento Annie había hecho con ella.

-Ay Dorothy- se quejó Candy- estoy preocupada por la cacería del zorro.

-¿Qué es lo que te preocupa?- preguntó, aunque ya había adivinado por donde iban las ideas de Candy.

-Bueno…- vaciló la rubia- me han dicho Anthony y los otros que vendrá… demasiada gente, que ni ellos mismos conocen a todos los que vendrán… y me preocupa no gustarles.

-Candy, tú le gustas a toda la gente que se ha dado el tiempo de conocerte- le dijo Dorothy con una sonrisa, enfocando sus ojos en los de la Candy del espejo- si crees que ellos te van a juzgar antes de conocerte y no les vas a gustar… pues ellos se lo pierden… ¿segura que eso es todo lo que te preocupa?

-No- contestó Candy bajando la vista.

-Ya lo sé, te preocupa que vengan los Leegan.

-Sí- contestó Candy en voz baja. –Elisa me odia aún más que antes, estoy segura, y creo que hará lo posible para que yo deje de ser parte de la familia.

-Pues, no le puedes dar el gusto. Desde el trágico accidente de su mamá no se para por aquí, como para que le estés concediendo el poder de afectarte de esta forma a distancia. Sonríe Candy, y sigue esmerándote en comportarte como una dama, para que nadie dude porque tienes derecho de pertenecer a esta familia, y de vivir aquí.

-Trataré- dijo Candy y se volvió a ver a la chica- no sé que haría sin ti, eres la mejor amiga que tengo.

Pronto transcurrió el final del verano, y el inicio del otoño llegó junto con el esperado evento: la reunión de una gran cantidad de personas de la familia Andley se efectuó el primer día de otoño, en los bosques de los terrenos propiedad de los Andley. Esa sería la presentación oficial de Candy en la familia, y los chicos, como siempre, entre bromas, rivalizaban entre ellos por la atención y compañía de Candy, quien ya se encontraba ataviada con las ropas tradicionales de la familia.

-Te escoltaremos los tres- fue la declaración de Stear cuando golpearon la puerta de su habitación al tiempo que Dorothy daba los toques finales al peinado de Candy.

-Estás lista Candy- le dijo Dorothy muy contenta- buena suerte.

-Me encantaría que vinieras conmigo Dorothy- respondió Candy sin sonreir- me sentiría más segura contigo a un lado.

-Ese no es mi lugar, y lo sabes Candy. Te esperaré aquí para que me cuentes como te ha ido con todo. Y no olvides sonreir, es tu día y tienes que disfrutarlo.

-Está bien, lo haré- y al tiempo que lo decía, una sonrisa enorme iluminó el rostro de Candy.

Los cuatro chicos bajaron muy contentos la escalera y salieron por una puerta lateral de la mansión rumbo a las caballerizas, donde encontraron sus monturas listas. Anthony ayudó a montar a Candy, y los chicos bromeaban sobre sus anécdotas de años anteriores en la cacería del zorro, y los peligros de caer en una trampa para zorros si no se andaban con cuidado, lo que puso nuevamente a Candy muy pensativa.

Después de cabalgar un rato, llegaron al punto en que una gran cantidad de gente, por lo menos un centenar de personas, estaban reunidos. Fue obvio que todas las personas reunidas esperaban por ellos, pues todas las vistas estaban fijas en su entrada, sobretodo en Candy. La chica se puso nerviosa nuevamente, y trató de sonreirles, cuando sus ojos se toparon con una mirada llena de odio: Elisa Leegan estaba entre los asistentes a su presentación.

Los chicos desmontaron y se acercaron a un pequeño gazebo, donde ya se encontraba la tía Elroy, quien al verlos comenzó a hablar, y le hizo señas a Candy para que se acercara, pero ésta estaba paralizada, con su mirada clavada en los ojos de Elisa, como hipnotizada.

-Ignórala- le dijo Anthony al oido.-Este es tu momento, no dejes que nada te lo arruine.

-Está bien- dijo la rubia saliendo de pronto de su trance, entró en el gazebo con la tía Elroy, y se presentó ella misma ante la familia, pero tan angustiada estaba por la presencia de Elisa, que muy pronto olvidó sus palabras, y no podía desconectar su mirada de la chica.

De pronto, Elisa dio media vuelta, y corrió rumbo a la mansión seguida muy de cerca por su hermano Neal.

-¡No!- gritó Candy, e ignorando su discurso, salió corriendo tras ellos, ignorando los gritos de la tía que le exigía regresar inmediatamente.

-No se preocupe tía- dijo Archie- nosotros la traeremos.

Y sin más, los chicos salieron corriendo detrás de Candy.

-¡Espera!- dijo Anthony dándole alcance rápidamente y sujetándola de un brazo. -¿Qué sucede contigo?

-Ay, yo… ¡Elisa va a la mansión! ¡Estoy segura que hará algo malo!- contestó Candy angustiada.

-¿Cómo puedes pensar eso?- dijo Anthony- es cierto que está molesta, pero tal vez solo quiere estar sola, no deberías reaccionar de esta forma frente a todos los invitados.

-Yo creo como Candy- intervino Archie- Elisa trae algo entre manos, pero por eso mismo, no deberías arriesgarte a estar a solas con ella Candy, debemos volver con la tía y los demás invitados.

-¡No!- dijo Candy, y soltándose de Anthony corrió nuevamente a la mansión, y entró de prisa por la puerta principal.

No se veía nada extraño a primera vista, pero Candy tenía un presentimiento y corrió a su habitación, con los chicos pisándole los talones.

-¡Les he dicho que no pueden estar aquí!- escuchó Candy la voz de Dorothy mientras subía los escalones.

-¡¿Qué pasa?!- gritó Candy en cuanto terminó de subir, y vió a Dorothy con los brazos abiertos, como tratando de taparles el paso a Neal y Elisa, mientras estos la empujaban para que se hiciera a un lado y los dejara pasar.

-¡Pasa que no te mereces nada de esto, huérfana estúpida!-gritó Elisa mientras señalaba a su alrededor.

-¡Váyanse!- gritó Candy furiosa- ¡de otra manera…!

-¿De otra manera qué?- preguntó Neal olvidándose de Dorothy y volteando hacia ella en actitud desafiante-¿Nos matarás también como hiciste con nuestra madre?

-¡Neal!- intervino Anthony subiendo la escalera seguido por sus primos – ¡retráctate enseguida de lo que acabas de decir!

-¿Qué harás si no lo hago?- dijo dirigiendo ahora su furia a Anthony, quien junto con Archie y Stear dieron un paso al frente -Ah… solamente así eres bueno, nunca me enfrentarás solo, ¡siempre serán unos montoneros!

-¡Váyanse de aquí, se los advertimos, esta no es su casa!- gritó Archie, al tiempo que entre los tres arrinconaban a Neal en el rellano de la escalera.

-¡No!-gritó Elisa, y trató de encaminarse nuevamente a la habitación de Candy, pero Dorothy, la detuvo de un brazo-¡Ay, suéltame perra estúpida e impertinente!- y mientras lo decía, se dio vuelta y con su mano libre trató de golpear a Dorothy para obligarla a soltarla.

-¡No!-gritó Candy, sin poder moverse, pero viendo como ocurría la escena en cámara lenta.

Al tiempo que Elisa trataba de abofetear a Dorothy, ésta, por instinto, dió un paso hacia atrás, sin darse cuenta que los escalones estaban detrás de ella, y perdió el piso, cayendo rápidamente hacia abajo y golpeando su cabeza repetídamente contra el barandal y los escalones.

-¿Qué has hecho Elisa?- preguntó Archie abriendo enórmemente los ojos.

-Yo... no... ¡fue un accidente!- se defendió Elisa-¡solamente quería que me soltara!

Elisa y su hermano estaban inmóviles en la parte alta de la escalera, mientras Anthony, Stear, Archie y Candy bajaron rápidamente, hasta llegar junto al lánguido cuerpo de la joven, tendido en un charco de sangre que manaba profusamente de su cabeza.


Continuará...
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jueves, 15 de julio de 2010

Asesina de sueños 03



Todos estamos condenados a morir. Nadie quiere admitirlo, pero es cierto, todos los seres vivos en algún momento, tarde o temprano, cumpliremos nuestra cita con la muerte. Y la mayoría serán muertes horrendas, aunque nadie lo quiera aceptar. Enfermedades largas o accidentes trágicos es el destino de cada uno de nosotros. Y con los personajes de Candy Candy estamos tan involucrados como si de verdad fueran humanos, que lo menos que merecen, es un destino como el nuestro. Dejen de pensar que su muerte es injusta, es solamente la ley de la vida. Y de acercarles la muerte me encargo yo, la asesina de los sueños.

El capítulo de hoy se titula: Después de un penoso viaje

Desde el día en que Candy partió para México, fue una tortura para Stear, Archie y Anthony. Primeramente el hecho de que Candy fuera enviada a un lugar tan lejano para ellos, y posteriormente enterarse de los rumores de que algún bandido asesinó a sangre fría al señor García y a dos de sus acompañantes y secuestró a Candy, quien sabe con que fines, los tenía completamente angustiados. Se sentían inútiles, impotentes. Anthony sobre todo se comportaba como un zombie, hacía lo estrictamente necesario, pero lucía como un muerto en vida. Para colmo de sus males, Neal y Elisa los visitaban todos los días, con el pretexto de estudiar, por recomendación de la tía abuela Elroy. Stear y Archie preferían salir a estudiar al balcón, dejando al zombie de Anthony a merced de Neal y Elisa.

Uno de esos días, escucharon a lo lejos el rumor de un auto que poco a poco se acercaba a la mansión.

-Dime Archie- Stear se ajustaba sus anteojos con incredulidad- ¿no es ese…?

-El auto del tìo William- completó Archie- ¿Será que ha venido a visitarnos?

Nadie se atrevía a contestar, pues nunca habían visto al tío William, como para tener indicios de que esta ocasión fuera diferente.

-¡Dios mío!- exclamó Stear- ¡Esa es Candy!

A la sola mención del nombre de Candy, Anthony corrió a la baranda del balcón, y fijó toda su concentración en el auto que se acercaba deseando que las palabras de su primo fueran verdad.

-¡Debes estar ciego Alistair!- le gruñó su hermano- ¡Sabes que eso es imposible!

-¡Sí!- gritó alegremente Anthony- ¡Esa es Candy!

-¡Es Candy!- gritaron alegremente los tres chicos a una sola voz, y sin más salieron corriendo de la biblioteca.

-¡No, debe ser una broma! ¡No puede ser!- gritaba Elisa tratando de impedir la carrera de Anthony.

-Si… ¿Cómo puede regresar esa mocosa?- secundaba Neal a su hermana.

Pero Anthony no escuchaba, en menos de un minuto alcanzó en su carrera la entrada al portal de las rosas, con Stear y Archie pisándole los talones. Justo en ese momento el automóvil se detenía y del mismo emergía Candy, bellamente vestida.

-Anthony...Archie… Stear…!- dijo con la voz quebrándosele por las lágrimas que fluían por su rostro al mismo tiempo que una sonrisa la hacía lucir radiante de felicidad.

-Candy… pero…- dijo Anthony con la sensación de que estaba viviendo un sueño, pero pronto se convenció que era realidad, y embargado de felicidad la tomó en sus brazos.

-¡Eres tú!- repetía Anthony- ¡Es increíble!

-¡Tampoco yo puedo creerlo!- decía la chica emocionada-¡He sido adoptada por el tío William, y ahora también soy una Andley!

Neal y Elisa, que llegaban en ese momento, vencidos por la curiosidad, quedaron estáticos. No podían creer lo que veían sus ojos y escuchaban sus oídos.

-De seguro el tío William leyó mi carta- dijo Archie con una sonrisa de satisfacción.

-¿También le escribiste pidiendo que adoptara a Candy?-preguntó Stear.

-¿Qué quieres decir con también? ¿Acaso tu también le escribiste?- Archie le devolvió la pregunta a su hermano.

-Pues…- dijo Stear poniéndose colorado- de seguro Anthony también debe haberle escrito.

-Por supuesto que también le he escrito una carta muy larga- dijo Anthony sonriendo y guiñándoles un ojo. Definitivamente su estado de muerto en vida había terminado.

-¿Qué sucede aquí?- se escuchó la voz de la tía quien se acercaba en ese momento a la escena.

-Permítame señora- dijo un hombre que hasta ese momento se había mantenido al margen de toda la conversación- es una carta para usted del señor William.

La señora tomó el papel en sus manos y lo examinó minuciosamente mientras su rostro cambiaba gravemente de expresión.

-No puede ser- dijo al fin la señora- George, esto debe ser un error.

-No es un error- le dijo nuevamente el hombre- son las instrucciones expresas del señor William.

-Entonces es cierto- dijo con el mismo aire de gravedad- Candy es ahora una Andley.

-Tía- interrumpió Elisa- usted no puede aceptar a una ladrona… ¡Candy es una ladrona! ¡Robó joyas de nuestra casa, y todos nosotros fuimos testigos!

-¡Es mentira, yo nunca he robado nada!- gritó Candy a su vez.

-¡Cállate mugrosa huérfana ignorante!- le gritó Neal- No eres digna de llevar ese vestido, ni el nombre de los Andley.

-¡Neal!- grito furioso Anthony, haciendo temblar al chico Leegan- no insultes así a una mujer, no es digno de un caballero.

-Silencio- dijo la tía Elroy- no estoy de acuerdo con esta adopción, pero es la voluntad de William y no la discutiré- y sin decir más, se dirigió a la mansión con Neal y a Elisa a su lado.

Anthony, Stear y Archie, emocionados y agradecidos con su tío William, escoltaron a Candy a su nueva habitación. Los cuatro pensaban que ahora que estaban juntos todo sería para mejor, y que Candy pronto encontraría que su lugar estaba para siempre con los Andley. Y la alegría de Candy fue mayúscula cuando se enteró que Dorothy dejaba en ese instante de ser sirvienta en la mansión de los Leegan y de ahora en adelante se ocuparía de su atención personal. Sentía que su alegría era completa con todas sus personas queridas junto a ella.

Aunque la tía estaba para nada contenta con la decisión del misterioso tío William, organizó una pequeña cena para esa noche, para introducirla oficialmente como miembro de los Andley. Aunque los únicos invitados eran los Leegan.

Cuando hicieron su aparición en el comedor, el odio de Elisa fue mayúsculo al ver a Candy usar un vestido nuevo, mucho más bonito que el de ella.

-Buenas tardes a todos- comenzó la tía abuela su discurso-como saben, esta recepción es para presentarles a Candy White como un nuevo miembro de la familia Andley, por órdenes del tío abuelo William… Candy, ocuparás el asiento al lado de Elisa, por favor toma tu lugar en la mesa.

“Que ojos tan fríos” pensaba Candy al ver a los invitados a la cena.

-Elisa- le dijo su madre por lo bajo- tienes que demostrar que tú eres una verdadera dama, mucho mejor que ella.

-Así lo haré mamá- respondió la chica con un brillo de maldad en su mirada, y tanto Elisa como Neal planearon hacer que Candy hiciera el ridículo.

Primeramente, Neal trató de meterle el pie para que tropezara, ganándose un pisotón. Después, Elisa le criticó sus modales al comer, pero la rubia sorteó con gracia sus comentarios mordaces provocando la risa de Stear y Archie.

La señora Leegan se mantuvo en silencio toda la cena, molesta al igual que sus hijos por la nueva buena fortuna de Candy.

-No has dicho una palabra- le dijo la tía abuela a la señora Leegan al ver su expresión- y estás pálida… ¿te sientes bien?

-Claro que mamá no está bien- interrumpió Elisa- todos estamos afectados de compartir la mesa con…

-¡Callate Elisa!- interrumpió su padre, quien ahora observaba atentamente a su esposa. Todos sabían que estaba molesta, pero había algo más, pues de pronto su frente estaba cubierta en sudor, y dejó caer torpemente la cuchara, mientras apoyaba ambas manos en el escote alto de su vestido.

-No… puedo… respirar- dijo la mujer a quien ahora se le veía el rostro hinchado, intentando ponerse de pié, y cayendo pesadamente al suelo.

Todos se levantaron apresuradamente de la mesa, tratando de auxiliar a la señora Leegan. Le desabotonaron el vestido de la parte superior, y trataron de hacerla reaccionar. La señora Elroy llamó a gritos a los criados pidiéndoles que fueran por un doctor, mientras otros trataban de ponerla cómoda en una de las habitaciones de los pisos inferiores.

Largos y angustiosos minutos pasaron hasta que al fin el doctor hizo acto de presencia, pero cuando entró a la habitación donde descansaba la mujer, salió en menos de un minuto diciendo:

-No hay nada que hacer… lo siento mucho.

-¿Porqué doctor?- preguntó el señor Leegan desesperado- ¿qué ha pasado con mi esposa?

-Ella, por su aspecto, puedo decir que presentó una reacción alérgica, probablemente a algo que comió, se le cerraron sus vías respiratorias, y la muerte fue casi inmediata.

-¡No, mamita!- gritó llorando Neal y corrió a la habitación solo para encontrarse con el cadáver de su madre.

-¡Esto es tu culpa!- le gritaba Elisa a Candy-¡Es tu estúpida fiesta de presentación! ¡Nada habría pasado de no ser por ti!

Elisa se abalanzó sobre Candy hecha una furia, pero los chicos y su padre se encargaron de detenerla con todas tus fuerzas.

-¡Suéltenme!- gritaba Elisa mientras lloraba revolcándose en los brazos de su padre- ¡devuélveme a mi madre! ¡nunca seré una maldita huérfana como tú! ¡suéltenme!- y seguía pataleando, hasta que exhausta, se rindió y dejó correr su llanto libremente.

-No es culpa de nadie- dijo Anthony- ninguno de nosotros sabía que tu madre fuese alérgica a algo.

-Era alérgica a las nueces- respondió la tía Elroy con voz sombría- yo lo sabía, y lo olvidé por completo al ordenar el menú para esta noche.

-¡Es culpa de Candy!-repetía Elisa- ¡Era su celebración!... ¡Es culpa de Candy!

Y Candy, que hasta esa misma tarde siempre se había sentido acusada injustamente por los Leegan, esa noche, en su corazón, daba razón a las palabras de Elisa.


Continuará…


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viernes, 9 de julio de 2010

Asesina de sueños 02




Puedo leer en sus almas. Nadie ha lamentado la muerte de la pobre Annie. No falta quien piensa que en verdad se lo merecía. No entiendo como todas se duelen de “un final triste” porque sus galanes favoritos murieron o porque ninguno de ellos queda al final con la protagonista, y nadie lamenta que encuentre gusto en eliminar un personaje que ustedes consideran no fundamental, irrelevante, o un estorbo para sus propios planes. ¡Y así se dicen buenas! ¿Acaso creen que solo las vidas de sus predilectos valen la pena? ¿Piensan que algunos seres por haber mostrado abiertamente sus vicios o debilidades, deben ser los primeros en morir?

Está bien, hoy me dedicaré a complacerles.


El capítulo de hoy se titula: Muerte en el desierto lejano.


Solo unos pocos días han transcurrido desde esa nefasta fiesta, cuando Annie, la mejor amiga de Candy durante su infancia en el hogar de Pony, falleció en ese horrible accidente. El mayor sufrimiento de Candy consistía en que su amistad se había roto a partir de que Annie logró ser adoptada por una familia rica, y nunca logró recuperarla. Sin embargo, recordaba el último grito de Annie al salir desbocado su caballo, ese grito en que la llamaba a ella, a Candy, y ese recuerdo la hacía pensar, quien sabe si adivinando o solamente ilusionada, en que Annie la llamaba porque confiaba en ella, y porque, a pesar de todo, nunca dejó de ser su mejor amiga, su hermana.


Solo unos pocos días han transcurrido, y sin embargo cuantos eventos han ocurrido, que parecería que Annie ya es meramente el recuerdo de un tiempo lejano.

Candy intentó desesperadamente, en su dolor, huir de Sunville, la mansión de los Leegan, hacia el hogar de Pony, y se embarcó en un pequeño bote junto al río, el cual, para su mala suerte, la llevó directo a una cascada, donde casi muere ahogada, si no hubiera contado con el auxilio de un hombre en ese momento. Candy fue asistida y albergada por Albert, mientras los chicos Andley la buscaban desesperadamente.


Y mientras esto ocurría, los Leegan decidían enviar a Candy lo más lejos posible de ellos, sin importarles su suerte. La señora Leegan decidía enviar a Candy a México.

Con todo el dolor de su alma, al enterarse, Candy aceptó su destino y se despidió de los chicos, deseando todos poder hacer algo más para protegerla, mientras Neal y Elisa se regodeaban en su victoria.

Una mañana, mucho más temprano de la hora habitual en la que Candy solía despertar, alguien llamó al establo como si fuera la puerta de una habitación ordinaria.

-Despierta Candy- dijo la señora Leegan desde la puerta con voz urgente- alguien ha venido a llevarte.

-¿Qué?- dijo Candy despertando abruptamente.- Ha llegado…pero pensé que sería en la tarde- se dijo en voz baja. La niña se levantó y alistó con prontitud, no por desear irse, como por estar resignada a ello. Lo mejor sería obedecer a los Leegan por última vez y partir a lo que de ahora en adelante sería su nueva vida.

En pocos minutos Candy salió del establo abrigada, cargando su pequeña maleta y sosteniendo en una mano la maceta con la Dulce Candy que Anthony le había obsequiado y los inventos de Stear, los únicos recuerdos que podría conservar de esos días de felicidad con sus queridos amigos.

-Disculpe si la desperté temprano-, le dijo un hombre moreno y regordete, de mirada torva, sarape y sombrero ancho caminando hacia ella entre la niebla matutina- pero llegué antes de lo planeado.

-No importa señor García- intervino la señora Leegan con el mismo apuro en su voz- es mejor así. Esta niña se llama Candy- en verdad que su voz era el reflejo del deseo que tenía de salir de la rubia de una vez por todas.

“Aún está oscuro” pensaba Candy “nunca pensé que me iría tan pronto”.

-Adiós Candy- se escuchó feliz la voz de Elisa.

-No regreses nunca- completó Neal.

Era evidente que los hermanos estaban disfrutando más que ninguna de sus trastadas la partida de Candy.

-¡Esta niña es muy flaca!- comentó con reproche el hombre mientras Candy subía a su carreta- ¡te haremos engordar y crecerás fuerte!

Candy no dijo nada. En realidad no tenía nada que decir, ya se había despedido de todos los empleados de la casa, quienes con dolor la veían partir ahora en la madrugada. Iba adormecida por la hora, aturdida por el hecho de que su vida no dependía de sus decisiones, y dolorida por no poder ver por última vez a Albert, el hombre que la salvó de morir ahogada, a Archie, Stear y Anthony, sus amigos y defensores.

Y ella no lo supo, pero apenas unos minutos después que partió de Sunville, Archie, Stear y Anthony llegaron a toda velocidad, intentando aún una forma de evitar su partida, solo para encontrarse con los triunfales hermanos Leegan celebrando la partida de Candy. En vano los chicos trataron de alcanzarla, pero erraron el camino, y al fin, dándose por vencidos, decidieron tocar al viento una melodía con sus gaitas, como despedida para Candy.

“Sonido de gaitas” pensó Candy de repente percibiendo la melodía en el ambiente “¿De dónde viene esa música?... Anthony… Stear… Archie” y al pensar en ellos, se ponía de pie peligrosamente en la carreta.

-¡Hey!¡No te pares o te caerás!- se escuchó de pronto el grito del señor García, cortando el hilo melancólico de los pensamientos de Candy. La chica se sentó llorando en silencio, abrazando fuertemente sus pertenencias.


-Coloca tus cosas en la parte de atrás- le ordenó el hombre nuevamente- y date prisa.


-Ahora mismo- contestó Candy con resignación.

Al volver la vista y descubrir la carreta para acomodar sus objetos, descubrió con sorpresa que no viajaban solos, sino que una familia entera ocupaba la parte trasera de la carreta. Este descubrimiento no pareció agradarle al señor García, que inmediatamente le gritó a Candy que volviera a su lugar.

-¿Quiénes son esas personas?- se atrevió a preguntar Candy.


-Fueron contratados para trabajar en la misma granja- contestó el hombre con un gesto de hastío, que la niña entendió que no debía preguntar más.

Muchas horas transcurrieron de viaje, hasta que se hizo de noche y pararon en un lugar solitario a descansar. Candy contemplaba absorta a la familia, como correteaban los pequeños mientras la madre atendía a un bebé, y se perdía en sus propios recuerdos de su infancia: pensaba en la señorita Pony y la Hermana María, y en los niños del hogar de Pony que habían sido como sus hermanos… y volvía a llorar pensando en Annie.

De pronto, un fuerte ruido de pisadas tambaleantes detrás de ella interrumpió sus pensamientos, y Candy volteó asustada al sentir una mano sobre su hombro. Se trataba de el señor García, quien con una mano sostenía una botella, y con la otra apretaba su hombro con un gesto de malicia en el rostro.

-Pero… si eres una niña muy bonita, ¿verdad?- le dijo sin soltarla, arrastrando las palabras.


-Está usted ebrio- dijo Candy asustada, tratando de quitarse su mano de encima.


-Sí… y tú me acompañarás… ¡Acércate y bebe!- y al decir esto, jalaba más a Candy hacia él tratando de obligarla a beber de la botella.


-¡No, gracias, no quiero!- gritó Candy al tiempo que trataba de quitarse sus manos de encima.


-¡Te digo que bebas!- ordenó fuerte el señor García.


-¡No!- gritaba Candy con miedo-¡Por favor ayúdenme!


-¡¡Aaaaay!!- gritó con dolor el señor García, y de repente soltó a Candy- ¿Quién ha sido?- dijo volteando a su alrededor.


-Yo he sido- declaró un niño de menos de siete años. Al pequeño le había molestado ver como estaba tratando el hombre a Candy, y su instinto lo hizo defenderla. Sin embargo, se estaba enfrentando a un hombre adulto y ebrio, que con coraje lo tomó de la cabeza y lo arrojó contra el suelo.


-¡Noooo! ¡mamá, papá!- grito una niña pequeña al ver como el señor García había arrojado a su hermano dejándolo inconsciente inmediatamente.

Nadie había estado ajeno a la escena, pero todo sucedió tan rápido, que la intervención de los padres fue tardía. Ambos corrieron de inmediato, la mamá a revisar a su hijo, mientras el padre, con coraje, tumbaba de un puñetazo al señor García. El viejo ebrio y gordo sin embargo era de reflejos rápidos, y al caer, de sus ropas sacó una pistola, con la cual le disparó al hombre. Después del fuerte fogonazo, se hizo un repentino silencio, mientras todos veían como el hombre se desplomaba en el suelo.


Sin que nadie lo notara, Candy tomó la botella del suelo que había caído de mano del señor García y rodado a sus espaldas, y sin pensarlo, golpeó su cabeza con ella, dejándolo inconsciente en el acto. La esposa del hombre, enceguecida de coraje, no se conformó con verlo tirado en el suelo, y se acercó a él con paso furioso, arrebatándole la pistola y disparándole a quemaropa hasta descargar el arma.

En la oscuridad de la noche, se distinguían los tres bultos en el suelo, de dos hombres y un pequeño, igual de inmóviles los tres, que costaba trabajo decir en ese momento si alguno de ellos estaba con vida. Los niños lloraban, y Candy estaba inmóvil, en una escena tan aturdidora, que nadie notó como de repente un hombre aparecía de la nada y sujetaba con fuerza a Candy, y a una velocidad impresionante se la llevó hasta un auto que esperaba en marcha a pocos metros de ahí.

Continuará…

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miércoles, 7 de julio de 2010

La vida en un dia


LA VIDA EN UN DIA




Youtube esta lanzando este proyecto que se títula "La vida en un día" y esta invitando a todos los usuarios de la web que suban videos sobre su vida, como dice en el video... es la historia de un simple día en la tierra. Un día visto a través de los ojos de miles de personas.

Muestra tu día: lo que temes, lo que amas... Prepara tu cámara porque el 24 de Julio de 2010 serás parte de la historia.









Si se animan a participar, pues en el canal de La vida en un día de YouTube podrás encontrar las bases para hacerlo.

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viernes, 2 de julio de 2010

Asesina de Sueños 01



La vida no es color de rosa. Es dura, es cruda, es cruel. Son los golpes los que nos hacen madurar y aprender. Estoy harta de sus peticiones de “un final feliz”. No han entendido nada, no han entendido el verdadero mensaje, que la vida sigue, está hecha de cosas buenas o malas, pero todas dejan un aprendizaje, y son las cosas malas las que hacen apreciar las buenas. Pero aún así, ustedes no aprecian el aprendizaje. Sus ansias de “un final feliz” han despertado mi furia. Y he decidido castigarles. Yo soy:

LA ASESINA DE LOS SUEÑOS

El capítulo de hoy se titula: Una pequeña cinta manchada de sangre.


Ese día en Sunville, la mansión de los Leegan, hay una gran conmoción, pues se esperan invitados especiales. Elisa y Neal consideran que es una gran oportunidad para hacer quedar mal a Candy.

-¡Candy!¡ven aquí enseguida!- se le escucha gritar a Elisa afuera de las caballerizas.

La pequeña rubia deja sus quehaceres en el establo para acudir al llamado de quien ahora es su ama. –Prepara a Cleopatra y a César- dijo refiriéndose a los caballos- quiero que los invitados los vean a la hora del té.- Y sin decir más, se aleja junto con su hermano.

Candy regresa inmediatamente a las caballerizas a continuar con la labor encomendada. Pobre niña ilusa, pensar que hacía tan poco tiempo agradecía haber sido adoptada por una familia rica, pero la chica envidiosa hizo cuanto pudo para rebajarla a sirvienta. Y por lo visto, no va a descansar hasta acabar con ella.

-¿Sabes?- le dice Elisa a su hermano al tiempo que entran a su mansión- esa chica, la amiga de Archie, parece tener interés en él.

-Ya lo creo- contesta Neal con una sonrisa maliciosa- hagamos cosas interesantes.

-Sí- contesta la chica con la misma sonrisa de maldad- y culpemos a Candy después.

Mientras, Candy se mira animosa limpiando a los caballos cuando de pronto la puerta de los establos se abre y se escucha una voz desde la entrada.

-Hola Candy.

-¡Anthony!- dice ella emocionada al mismo tiempo que vuelve el rostro al reconocer la hermosa voz de su visitante. Deja sus quehaceres de lado mientras el chico se aproxima a ella con una rosa en la mano.

-He tenido éxito en la creación que buscaba- dice él aproximándose a ella y extendiendo la mano- Ésta rosa… es única… y es para ti… la llamé Dulce Candy.


La chica se sonroja mientras Anthony pone la rosa en su pecho.


-Bien, ahora debo ir a la fiesta- dice Anthony.

-Yo iré más tarde- contesta Candy con una sonrisa- debo llevar los caballos.

-Muy bien, entonces te veré más tarde- contesta el chico y sale de las caballerizas.

Candy se queda pensando en lo bien que sería poder ser una invitada más a esa fiesta y departir con Anthony. Pero su situación de sirvienta no se lo permite. Resignada, termina de preparar los caballos, y una hora más tarde, cuando ya todos los invitados están reunidos, Candy sale con los caballos sujetos de las riendas hacia el jardín donde se celebra la fiesta.

-Señora Leegan- dice Candy acercándose a la dueña de la casa- he traído los caballos.

-¿¿Qué esperas Candy?? ¡Trae los caballos enseguida!- se escucha la fuerte voz de Elisa llamándola desde un extremo del jardín, con toda la intención de hacer notar que ella es la ama y la pobre muchacha su sirvienta.

Al escuchar el llamado, una hermosa joven de cabello negro y ojos azules levanta la vista y queda petrificada viendo a la rubia. Candy a su vez la mira, y reconoce a Annie, su amada compañera del hogar de Pony, la misma que tomó el lugar de Candy cuando una familia buscaba adoptarla. Avergonzada, no por su acción, sino por la posibilidad de ser reconocida como una huérfana del hogar de Pony entre las personas ricas que ahora frecuenta, Annie baja la mirada.

En la mirada de Candy se reflejan los sentimientos de máxima alegría al ver a su mejor amiga de la infancia, convertidos drásticamente en una gran pena al verla desviar la mirada y recordar que su ahora diferencia de clases les prohíbe ser amigas. Un dolor se clava en su pecho al pensar que debe borrar de su memoria todos los recuerdos que guarda sobre esa amistad. “No te preocupes Annie, no diré nada” piensa Candy.

-¿Que ocurre Annie?- le dice Archie preocupado al ver lo pálida que se ha puesto.

-Es… por los caballos…- contesta ella falsamente.

-¡Regrésalos al establo enseguida!- grita una vez más Elisa, divertida de poder demostrar su autoridad frente a todos los invitados.

Candy obedece, demasiado inconforme por la fortuna que le está tocando. Regresa los caballos a las caballerizas, y decide hacer lo que siempre hace cuando necesita despejar sus pensamientos: sube a lo alto de un árbol. Allí permanece largo rato, hasta que de pronto escucha las voces de Neal y Elisa que van rumbo a las caballerizas junto con Annie y Archie.

-De verdad Annie,- dice Elisa con fingida dulzura- nuestros caballos son completamente mansos.

-Creo que lo que realmente te afectó fue ver a nuestra sirvienta- agrega Neal… y Annie se ruboriza mientras piensa que Neal no tiene idea de cuanto ha acertado- pero ya verás, nosotros te ayudaremos, y será divertido.

Candy sabe que no es normal que Neal y Elisa sean tan amables, a menos que quieran conseguir algo para su beneficio, y baja del árbol a investigar en cuanto los ve entrar a las caballerizas.

-Aquí estás, te he estado buscando- se escucha la jovial voz de Anthony de pronto tras ella en cuanto pone un pie en tierra.

-Algo traman esos dos- le dice Candy a Anthony- Neal y Elisa.

-¿A qué te refieres?- pregunta nuevamente Anthony.

Pero Candy no alcanza a contestarle, pues en ese momento uno de los caballos sale desbocado del establo, con Annie encima de él.

-Caaaaandyyyyyyyyyyy- alcanza a gritar Annie en la carrera del caballo al pasar junto a ella- ayuuuudameeeee Caaaandyyyyyyy..

Candy y Anthony quedan petrificados mientras ven que otro caballo sale velozmente montado por Archie, tras la estela de polvo que ha sido dejada por la chica.

-¡Resiste Annie!- se escucha el grito de Archie en su persecución.

Candy y Anthony corren inmediatamente a las caballerizas, donde encuentran a Neal y Elisa sonriendo maliciosamente.

-¿Qué han hecho?- pregunta Candy enojada.

-Nada- contesta Elisa- pero parece que tú sí.

-¿Qué insinúas Elisa?- pregunta Anthony molesto- Retráctate ahora mismo.

-No tiene nada de que retractarse, pues ha dicho la pura verdad- contesta Neal en un tono burlón y altanero- justo hasta que salió el caballo hemos encontrado este trozo de cincho en el suelo.

-¡No puedes decir que fue Candy!- contesta Anthony indignado- ¡Ella ha estado conmigo!

-¿De verdad?- pregunta Elisa con una mirada retadora- Mírame a los ojos y dime que desde tu llegada has estado todo el tiempo pendiente de los movimientos de ella.

Anthony baja la mirada, pues en realidad ha estado más tiempo buscando a Candy que enterado de lo que ella realmente hizo. El corazón le dice que culpan a Candy injustamente, pues conoce a sus primos, pero ninguna defensa que trate de hacer tiene peso en este momento.

De pronto, la música proveniente del jardín se calla de repente, y se escuchan gritos aterradores. Elisa, Neal, Candy y Anthony salen corriendo al jardín.

-¿Qué ha sucedido?- pregunta Anthony en cuanto alcanzan al grupo de gente reunida en círculo.

-Es algo horrible- contesta Stear, quien se había mantenido al margen de la celebración todo ese tiempo- Archie… él…

-¡Que pasa con Archie!- interrumpió Candy desesperada.

- Con él nada… -continuó Stear- pero no consiguió alcanzar a Annie a tiempo… antes que el caballo la lanzara por los aires… y…

Stear no puede seguir hablando, pero los chicos ahora pueden contemplar que en medio del círculo de gente, una llorosa señora Britter abraza el cuerpo inerte y ensangrentado de una joven.

-No pude hacer nada… se golpeó la cabeza al caer del caballo- se escuchaba la fatigada voz de Archie explicar a la multitud.

-Contempla tu obra Candy- dijo Neal en voz alta.

Todas las miradas se volvieron hacia ella en ese momento.

-¡Yo no lo hice!- gritó Candy con dolor y coraje, y en un arrebato, sin importarle cuanta gente hay frente a ellos, se va encima del muchacho para golpearlo.

-¡Basta Candy!- grita alterada la señora Leegan -¡Es suficiente, no podemos tolerarte más en esta casa!

Candy no espera una palabra más, y se aleja corriendo, mientras llora amargamente, pensando lo horrible e injustas que son las cosas, pues no solamente la culpan falsamente a ella de provocar un accidente, sino que además ese accidente le ha costado la vida a su mejor amiga, Annie.

-Que boba es Candy- le susurra Neal al oido a su hermana- ella sola se ha echado la soga al cuello.

-Sí- contesta Elisa también en un susurro, voltea a ver el cadáver de la chica, contempla su rostro y su cabeza con la costra de sangre seca, y su ropa hecha girones, y suspira- que lástima de vestido... y que lástima de cinta.


Continuará…



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