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jueves, 15 de julio de 2010

Asesina de sueños 03



Todos estamos condenados a morir. Nadie quiere admitirlo, pero es cierto, todos los seres vivos en algún momento, tarde o temprano, cumpliremos nuestra cita con la muerte. Y la mayoría serán muertes horrendas, aunque nadie lo quiera aceptar. Enfermedades largas o accidentes trágicos es el destino de cada uno de nosotros. Y con los personajes de Candy Candy estamos tan involucrados como si de verdad fueran humanos, que lo menos que merecen, es un destino como el nuestro. Dejen de pensar que su muerte es injusta, es solamente la ley de la vida. Y de acercarles la muerte me encargo yo, la asesina de los sueños.

El capítulo de hoy se titula: Después de un penoso viaje

Desde el día en que Candy partió para México, fue una tortura para Stear, Archie y Anthony. Primeramente el hecho de que Candy fuera enviada a un lugar tan lejano para ellos, y posteriormente enterarse de los rumores de que algún bandido asesinó a sangre fría al señor García y a dos de sus acompañantes y secuestró a Candy, quien sabe con que fines, los tenía completamente angustiados. Se sentían inútiles, impotentes. Anthony sobre todo se comportaba como un zombie, hacía lo estrictamente necesario, pero lucía como un muerto en vida. Para colmo de sus males, Neal y Elisa los visitaban todos los días, con el pretexto de estudiar, por recomendación de la tía abuela Elroy. Stear y Archie preferían salir a estudiar al balcón, dejando al zombie de Anthony a merced de Neal y Elisa.

Uno de esos días, escucharon a lo lejos el rumor de un auto que poco a poco se acercaba a la mansión.

-Dime Archie- Stear se ajustaba sus anteojos con incredulidad- ¿no es ese…?

-El auto del tìo William- completó Archie- ¿Será que ha venido a visitarnos?

Nadie se atrevía a contestar, pues nunca habían visto al tío William, como para tener indicios de que esta ocasión fuera diferente.

-¡Dios mío!- exclamó Stear- ¡Esa es Candy!

A la sola mención del nombre de Candy, Anthony corrió a la baranda del balcón, y fijó toda su concentración en el auto que se acercaba deseando que las palabras de su primo fueran verdad.

-¡Debes estar ciego Alistair!- le gruñó su hermano- ¡Sabes que eso es imposible!

-¡Sí!- gritó alegremente Anthony- ¡Esa es Candy!

-¡Es Candy!- gritaron alegremente los tres chicos a una sola voz, y sin más salieron corriendo de la biblioteca.

-¡No, debe ser una broma! ¡No puede ser!- gritaba Elisa tratando de impedir la carrera de Anthony.

-Si… ¿Cómo puede regresar esa mocosa?- secundaba Neal a su hermana.

Pero Anthony no escuchaba, en menos de un minuto alcanzó en su carrera la entrada al portal de las rosas, con Stear y Archie pisándole los talones. Justo en ese momento el automóvil se detenía y del mismo emergía Candy, bellamente vestida.

-Anthony...Archie… Stear…!- dijo con la voz quebrándosele por las lágrimas que fluían por su rostro al mismo tiempo que una sonrisa la hacía lucir radiante de felicidad.

-Candy… pero…- dijo Anthony con la sensación de que estaba viviendo un sueño, pero pronto se convenció que era realidad, y embargado de felicidad la tomó en sus brazos.

-¡Eres tú!- repetía Anthony- ¡Es increíble!

-¡Tampoco yo puedo creerlo!- decía la chica emocionada-¡He sido adoptada por el tío William, y ahora también soy una Andley!

Neal y Elisa, que llegaban en ese momento, vencidos por la curiosidad, quedaron estáticos. No podían creer lo que veían sus ojos y escuchaban sus oídos.

-De seguro el tío William leyó mi carta- dijo Archie con una sonrisa de satisfacción.

-¿También le escribiste pidiendo que adoptara a Candy?-preguntó Stear.

-¿Qué quieres decir con también? ¿Acaso tu también le escribiste?- Archie le devolvió la pregunta a su hermano.

-Pues…- dijo Stear poniéndose colorado- de seguro Anthony también debe haberle escrito.

-Por supuesto que también le he escrito una carta muy larga- dijo Anthony sonriendo y guiñándoles un ojo. Definitivamente su estado de muerto en vida había terminado.

-¿Qué sucede aquí?- se escuchó la voz de la tía quien se acercaba en ese momento a la escena.

-Permítame señora- dijo un hombre que hasta ese momento se había mantenido al margen de toda la conversación- es una carta para usted del señor William.

La señora tomó el papel en sus manos y lo examinó minuciosamente mientras su rostro cambiaba gravemente de expresión.

-No puede ser- dijo al fin la señora- George, esto debe ser un error.

-No es un error- le dijo nuevamente el hombre- son las instrucciones expresas del señor William.

-Entonces es cierto- dijo con el mismo aire de gravedad- Candy es ahora una Andley.

-Tía- interrumpió Elisa- usted no puede aceptar a una ladrona… ¡Candy es una ladrona! ¡Robó joyas de nuestra casa, y todos nosotros fuimos testigos!

-¡Es mentira, yo nunca he robado nada!- gritó Candy a su vez.

-¡Cállate mugrosa huérfana ignorante!- le gritó Neal- No eres digna de llevar ese vestido, ni el nombre de los Andley.

-¡Neal!- grito furioso Anthony, haciendo temblar al chico Leegan- no insultes así a una mujer, no es digno de un caballero.

-Silencio- dijo la tía Elroy- no estoy de acuerdo con esta adopción, pero es la voluntad de William y no la discutiré- y sin decir más, se dirigió a la mansión con Neal y a Elisa a su lado.

Anthony, Stear y Archie, emocionados y agradecidos con su tío William, escoltaron a Candy a su nueva habitación. Los cuatro pensaban que ahora que estaban juntos todo sería para mejor, y que Candy pronto encontraría que su lugar estaba para siempre con los Andley. Y la alegría de Candy fue mayúscula cuando se enteró que Dorothy dejaba en ese instante de ser sirvienta en la mansión de los Leegan y de ahora en adelante se ocuparía de su atención personal. Sentía que su alegría era completa con todas sus personas queridas junto a ella.

Aunque la tía estaba para nada contenta con la decisión del misterioso tío William, organizó una pequeña cena para esa noche, para introducirla oficialmente como miembro de los Andley. Aunque los únicos invitados eran los Leegan.

Cuando hicieron su aparición en el comedor, el odio de Elisa fue mayúsculo al ver a Candy usar un vestido nuevo, mucho más bonito que el de ella.

-Buenas tardes a todos- comenzó la tía abuela su discurso-como saben, esta recepción es para presentarles a Candy White como un nuevo miembro de la familia Andley, por órdenes del tío abuelo William… Candy, ocuparás el asiento al lado de Elisa, por favor toma tu lugar en la mesa.

“Que ojos tan fríos” pensaba Candy al ver a los invitados a la cena.

-Elisa- le dijo su madre por lo bajo- tienes que demostrar que tú eres una verdadera dama, mucho mejor que ella.

-Así lo haré mamá- respondió la chica con un brillo de maldad en su mirada, y tanto Elisa como Neal planearon hacer que Candy hiciera el ridículo.

Primeramente, Neal trató de meterle el pie para que tropezara, ganándose un pisotón. Después, Elisa le criticó sus modales al comer, pero la rubia sorteó con gracia sus comentarios mordaces provocando la risa de Stear y Archie.

La señora Leegan se mantuvo en silencio toda la cena, molesta al igual que sus hijos por la nueva buena fortuna de Candy.

-No has dicho una palabra- le dijo la tía abuela a la señora Leegan al ver su expresión- y estás pálida… ¿te sientes bien?

-Claro que mamá no está bien- interrumpió Elisa- todos estamos afectados de compartir la mesa con…

-¡Callate Elisa!- interrumpió su padre, quien ahora observaba atentamente a su esposa. Todos sabían que estaba molesta, pero había algo más, pues de pronto su frente estaba cubierta en sudor, y dejó caer torpemente la cuchara, mientras apoyaba ambas manos en el escote alto de su vestido.

-No… puedo… respirar- dijo la mujer a quien ahora se le veía el rostro hinchado, intentando ponerse de pié, y cayendo pesadamente al suelo.

Todos se levantaron apresuradamente de la mesa, tratando de auxiliar a la señora Leegan. Le desabotonaron el vestido de la parte superior, y trataron de hacerla reaccionar. La señora Elroy llamó a gritos a los criados pidiéndoles que fueran por un doctor, mientras otros trataban de ponerla cómoda en una de las habitaciones de los pisos inferiores.

Largos y angustiosos minutos pasaron hasta que al fin el doctor hizo acto de presencia, pero cuando entró a la habitación donde descansaba la mujer, salió en menos de un minuto diciendo:

-No hay nada que hacer… lo siento mucho.

-¿Porqué doctor?- preguntó el señor Leegan desesperado- ¿qué ha pasado con mi esposa?

-Ella, por su aspecto, puedo decir que presentó una reacción alérgica, probablemente a algo que comió, se le cerraron sus vías respiratorias, y la muerte fue casi inmediata.

-¡No, mamita!- gritó llorando Neal y corrió a la habitación solo para encontrarse con el cadáver de su madre.

-¡Esto es tu culpa!- le gritaba Elisa a Candy-¡Es tu estúpida fiesta de presentación! ¡Nada habría pasado de no ser por ti!

Elisa se abalanzó sobre Candy hecha una furia, pero los chicos y su padre se encargaron de detenerla con todas tus fuerzas.

-¡Suéltenme!- gritaba Elisa mientras lloraba revolcándose en los brazos de su padre- ¡devuélveme a mi madre! ¡nunca seré una maldita huérfana como tú! ¡suéltenme!- y seguía pataleando, hasta que exhausta, se rindió y dejó correr su llanto libremente.

-No es culpa de nadie- dijo Anthony- ninguno de nosotros sabía que tu madre fuese alérgica a algo.

-Era alérgica a las nueces- respondió la tía Elroy con voz sombría- yo lo sabía, y lo olvidé por completo al ordenar el menú para esta noche.

-¡Es culpa de Candy!-repetía Elisa- ¡Era su celebración!... ¡Es culpa de Candy!

Y Candy, que hasta esa misma tarde siempre se había sentido acusada injustamente por los Leegan, esa noche, en su corazón, daba razón a las palabras de Elisa.


Continuará…


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