En la edición anterior, anunciamos que también la revista sueños llevaría hasta ustedes artículos acerca de los países que este año celebran en América Latina el Bicentenario de la Independencia. En esta ocasión, celebrando nuestro mes patrio, toca el turno a México.
Como antecedentes, tenemos que, posteriormente al descubrimiento de América, en 1492, la primera expedición a costas mexicanas fue llevada a cabo en 1517, por Francisco Hernández de Córdoba, quien con un grupo de españoles salió de Cuba y arribó a Champotón, en las costas del actual estado de Campeche, además de que descubrió y exploró Isla Mujeres y Cabo Catoche, en la península de Yucatán.
A diferencia de la exitosa película de Mel Gibson, “apocalipto”, donde los españoles son recibidos como Dioses en la península de Yucatán, este evento ocurrió un año después, en 1518, en lo que ahora es Veracruz, por el río Jamada, junto a “Boca del Río”, donde unos emisarios del emperador azteca Moctezuma, les dieron la bienvenida al explorardor Juan de Grijalva y sus acompañantes, creyendo que eran enviados del dios Quetzalcóatl y venían a gobernarlos.
En 1519, Hernán Cortés realizó una expedición ya con el propósito de realizar la conquista de lo que más tarde sería la Nueva España. En esa época, el territorio que ahora es México era cuna de varias culturas: Mayas, Tlaxcaltecas, Mexicas-Aztecas, entre muchas otras. Y Hernán Cortés, al ver las rivalidades existentes entre los pueblos indígenas, y dándose cuenta que los Aztecas son el pueblo más poderoso, establece alianza con los tlaxcaltecas para que lo apoyen en la lucha contra los Aztecas. Después de el asesinato de Moctezuma, de la muerte de su sucesor Cuitlahuac a causa de la viruela (traída por los españoles) y del asesinato de los hijos de Moctezuma y de los últimos jefes Mexicas, por fin el 13 de Agosto de 1521 capturan a Cuaúhtemoc, el último emperador azteca, y con esto por fin logran la conquista de México-Tenochtitlan.
El desarrollo de la época colonial, fue similar al de todas las colonias españolas. Con el pretexto de evangelizar al pueblo, los españoles derrumbaron una gran cantidad de edificios importantes para las culturas mexicanas, de los cuales ahora lamentamos su desaparición. Trajeron, además de la viruela, un sinnúmero de enfermedades que los indígenas no padecían, y relegaron a los autóctonos, como en todas las conquistas, a puestos inferiores. Con aires de superioridad demostraron que únicamente les interesaba el poder, el territorio y la explotación de los recursos.
Los gobernantes de aquella época llevaron a cabo múltiples tareas, como implementar la religión católica a los grupos indígenas, institucionalizar leyes religiosas, comerciales, repartición de tierras, tierras comunales, ejidos, orden y progreso en la sociedad, el comercio de oro y otras cosas a España, el desarrollo de la agricultura y ganadería, el cobro de impuestos por métodos de opresión, etc.
La época virreinal desarrolló a la Nueva España, como a todas las colonias, al mismo nivel de desarrollo existente en Europa. Se fundaron Universidades y se difundieron las corrientes culturales, literarias, musicales y arquitectónicas. Se enriqueció el arte culinario al mezclar ingredientes americanos como el maíz, aguacate, tomate, cacahuate, chocolate y muchos otros, en los platillos europeos, al igual que a América llegaron trigo, papa, ganado vacuno y porcino, entre otras muchas cosas.
Pero este desarrollo oprimió y exprimió al pueblo común en lo más extenso de la palabra. Este sistema causó la separación de clases sociales, dejando una muy alta, conformada por españoles, y una muy baja, en extrema pobreza, tanto para los indígenas como para los esclavos negros traídos de África. El racismo jugó un gran papel en la limitación de clases sociales. Los españoles eran los propietarios de las tierras y de los comercios. Se creó la burguesía en la Nueva España. La iglesia, además de su papel evangelizador, también jugó un gran papel como mediador y represor de la gente, pues mantenía a la gente con ideales que al gobierno le convenían.
Sin embargo, no fueron los indígenas ni las clases oprimidas quienes decidieron iniciar la lucha por la independencia de España, sino un grupo de criollos, quienes estaban descontentos por no tener derecho a puestos de mayor poder, solamente por el hecho de ser hijos de españoles nacidos en América. Como hijos de españoles, tenían derecho a educación, derecho a “ilustrarse”, y estaban al tanto de la Independencia que Estados Unidos había logrado en 1776 de la corona Inglesa, así como de los ideales de la revolución Francesa de 1789, y de las guerras Napoleónicas en Europa, que desestabilizaron la monarquía en España.
Fue así como en 1810, un grupo de criollos inició el movimiento independentista de México. A diferencia de otros movimientos, como el de Argentina, quienes ya habían elegido su propio gobierno antes de iniciar la lucha por su independencia, el proceso en México inició mediante una conspiración. Esto debido a que en 1808, el Licenciado Francisco Primo Verdad, Francisco Azcárate y fray Juan de Talamantes se alzaron contra el virrey José de Iturrigaray, y desconociendo el ayuntamiento de la ciudad de México, propusieron la creación de una junta de Gobierno, semejante a la que en ese momento funcionaba en España contra los invasores franceses, con la esperanza de que el poder pasara al pueblo, aunque como pueblo solamente se referían a los criollos ricos. Los peninsulares temieron que la colonia se independizara, y encarcelaron a los rebeldes. Este acontecimiento demostró a los criollos que los medios pacíficos serían insuficientes para la lucha, y por eso empezaron a organizarse y conspirar.
La conspiración decisiva fue la de Querétaro, donde Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Ignacio Aldama, Juan Aldama, Mariano Abasolo, Mariano Jiménez, entre otros, se reunían en secreto con Josefa Ortiz de Domínguez, la esposa del corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez.
Esta conspiración planeaba iniciar la lucha por la independencia entre Octubre y Noviembre de 1810, pero fue descubierta el 15 de Septiembre de 1810, pero gracias al poder del corregidor, doña Josefa avisó a tiempo a Ignacio Allende, quien a su vez avisó a Miguel Hidalgo, quien se apresuró a organizar la rebelión e iniciar la lucha durante la madrugada del 16 de septiembre del mismo año.
Miguel Hidalgo era párroco en el pueblo de Dolores, en Guanajuato, y aprovechando la influencia de la iglesia sobre el pueblo, esa madrugada tocó la campana y llamó a misa, y desde el púlpito dio un discurso contra el mal gobierno, invitando a la unión y la rebeldía conjunta. Este acto se conoce como el “grito de Dolores”. Es por eso que en México la celebración de la independencia siempre se centra en tocar una campana desde un balcón al grito de ¡Viva México! y ¡Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad!, esta última parte en sustitución del grito de Miguel Hidalgo ¡Viva la Virgen de Guadalupe! Y ¡Mueran los gachupines!
Miguel Hidalgo era ex alumno de los jesuitas, y poseía una gran cultura y fortuna. Fue profesor y rector del colegio de San Nicolás en Valladolid (lo que ahora es Morelia). Se había distinguido por sus labores a favor de los indígenas y las castas, a quienes había enseñado alfarería, la cría del gusano de seda y las primeras letras.
Posteriormente al grito de Dolores, en pocos días pudo reunir a más de 100,000 hombres, entre los cuales se encontraban criollos, mestizos, y otras personas dedicadas a la minería, agricultura y los obrajes.
En el año de 1810 el cura del pueblo de Carácuaro, José María Morelos y pavón, se enteró que en el pueblo de Dolores, el cura Miguel Hidalgo, acaudillaba una rebelión en búsqueda de la libertad. Morelos sale en busca de los insurgentes. Hidalgo reconoce a su exalumno y dicta un nombramiento que decía: "Por el presente, comisiono a mi lugarteniente D. José María Morelos, para que en la costa del Sur levante tropas, procediendo con arreglo a las instrucciones verbales que le he comunicado".
Morelos había sido alumno de Hidalgo en el Colegio de San Nicolás; en 1799 se hizo sacerdote y destacó por su labor a favor de los pobres. Salió del curato con tan sólo 25 hombres para ponerse al servicio del movimiento rebelde; su antiguo maestro le ordenó insurreccionar y tomar el puerto de Acapulco.
Luego de vencer una escasa resistencia, entró en San Miguel el Grande, donde se le unió el ejército de Dragones de la reina que comandaba Allende. Después partieron a Celaya y Salamanca. Tomó la capital de Guanajuato después de un intenso y sangriento combate en el que destacó la actuación de un minero apodado El Pípila al incendiar la puerta de la Alhóndiga de Granaditas para facilitar la entrada a los insurgentes. Los obispos de Michoacán, Jalisco, Nuevo León, Oaxaca y Puebla excomulgaron al cura y a sus colaboradores, pero cuando arribó con su ejército a Valladolid, la excomunión fue retirada.
Después de Valladolid, Hidalgo se dirigió a la capital del país, pasando antes por el monte de la Cruces, el cual divide a Toluca del Valle de México. Ahí sostuvo un duro enfrentamiento con las tropas realistas. El triunfo dejó el camino libre a la ciudad. Pidió hablar con el virrey, pero, antes de saber si iba a ser escuchado, ordenó la retirada por temor a que el ejército del español Félix María Calleja estuviera ya en camino y su tropa quedara cautiva en plena ciudad, atrapada y sin municiones suficientes para hacerle frente.
Estos temores fueron aprovechados por Calleja, que se enfrentó a los rebeldes los derrotó en una región llamada San Jerónimo de Aculco, en Querétaro. De los 80,000 hombres victoriosos del monte de las cruces, sólo quedaron unos 40,000. Hidalgo se dirigió entonces a Valladolid Allende a Guanajuato, pero éste fue rechazado y obligado a huir hacia Guadalajara, donde pretendía unirse a aquel.
Entre las medidas decretadas por Hidalgo estaba la confiscación de los bienes que pertenecía a los españoles, el reconocimiento del uso de las tierras como derecho exclusivo de sus dueños. Entre otras acciones políticas, invitó a los criollos a dejar el ejército español y unirse al insurgente. Fundó el periódico “El Despertador Americano”, para hacer llegar a la población las noticias sobre el nuevo gobierno y el alcance de la lucha independentista, y abolió la esclavitud.
En Guadalajara, Hidalgo organizó su ejército con unos 100.000 hombres, que se enfrentó al de Calleja en Fuente de Calderón. Después de seis horas de combate y cuando la batalla aún no estaba decidida, estalló una granada sobre un carro de municiones; esto causa pánico, desorden y finalmente la derrota de los insurgentes. Calleja entró victorioso, a la ciudad de Guadalajara el 21 de enero de 1811.
Debido a este fracaso, Hidalgo dejó el mando de las tropas insurgentes, en la hacienda de Pabellón, cerca de Aguascalientes. Al mando de una parte de la tropa, Hidalgo se encaminó hacia Zacatecas, pero como no tuviera el apoyo deseado y apenas había logrado reunir algún dinero para la causa, continuó hacia el norte donde fue aprehendido definitivamente.
Más tarde los caudillos y un ejército de unos 2,500 hombres con Ignacio López Rayón a la cabeza, pretendieron llegar a Estados Unidos en busca de municiones para la lucha, y no las consiguieron. Fueron aprehendidos en Norias de Baján. La tropa fue sometida a un consejo de guerra y enviada a Durango. Hidalgo, Allende, Aldama y Mariano Abasolo fueron enviados a Chihuahua donde se les condenó a muerte. Hidalgo fue ejecutado el 30 de julio de 1811. Las cabezas de Miguel Hidalgo y Costilla, Allende, Aldama, y Jiménez se conservaron en sal por los practicantes del hospital, y tras una larga peregrinación por Chihuahua, Zacatecas, Lagos, León y Guadalajara, fueron colocadas en octubre, en los cuatro ángulos de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato.
La muerte de los principales caudillo de la independencia no acabó con el movimiento. Éste fue continuado por Ignacio López Rayón y, al sur, por José María Morelos y Pavón, quien daría la organización, estrategia y carácter militar que no había tenido entonces.
Rayón reunió las tropas insurgentes dispersas y desorganizadas por la muerte de Hidalgo. De Coahuila pasó a Zacatecas pero, perseguido por Calleja, se trasladó a Michoacán, y en Zitácuaro formó una junta de Gobierno para unir y reorganizar el ejército y para establecer un gobierno libre; para ello expidió un Manifiesto a la Nación, este documento fue enviado a Morelos, que lo rechazó porque no estaba de acuerdo conque Fernando III siguiera gobernando a la colonia, como proponía la junta de Gobierno.
Al sur Morelos formó un ejército, cumpliendo las indicaciones que tiempo atrás le dictara Hidalgo. Utilizó como táctico militar la rapidez para actuar y la sorpresa como rama de lucha; al mismo tiempo hizo uso de las guerrillas en todos los pueblos para reforzar más ataques.
En Octubre de 1810 Morelos salió de Carácuaro con 25 hombres armados con algunas escopetas rumbo a la costa. Morelos ganó adeptos en todo el territorio; pronto se le unieron varios caudillos que fueron de gran ayuda. Durante tres meses Morelos organiza lo necesario para la lucha gracias a grandes sumas de dinero que recibía y que se manejaba en beneficio siempre de la causa. Adquirió provisiones como pólvora y otras cosas, la situación del país se presentaba muy favorable para los insurgentes.
El virrey Venegas daba instrucciones a Calleja y le informaba sobre la inseguridad que se vivía en la ciudad de México, ya que estaba rodeado de insurgentes que interceptaban con actividad; las comunicaciones estaban interrumpidas tanto en Veracruz como en Acapulco, en Tecpan, los hermanos Pablo, José Juan y Hermenegildo Galeana; en Chilpancingo, Miguel, Victor, Máximo, Leonardo y Nicolás Bravo, y en Tuxtla, Vicente Guerrero.
Morelos llegó al puerto de Acapulco e intentó apoderarse de él, ya que era de suma importancia por ser el lugar clave del tráfico comercial con Filipinas y del envío de mercancías a la ciudad de México. Pero aunque no logró dominarlo, pudo mantenerlo aislado. Marchó a Chilapa, Guerrero, y ahí se dedicó a adiestrar al ejército, disciplinario y fortalecerlo militarmente.
En su segunda campaña, la finalidad de Morelos era avanzar hacia el centro del país y llegar a la capital. Divide a sus hombres en tres partes, todas con la finalidad de avanzar al centro del país y llegar a la capital. Él se dirigiría a Puebla y México, Miguel Bravo y Valerio Trujano a Oaxaca, y los Galeana a Toluca; y dejó una parte de la tropa cerca de Acapulco, por si se podía reiniciar la lucha. Morelos y los Galeana cumplieron su cometido, Valerio Trujano logró entrar a Huajuapan, en Oaxaca, pero Miguel Bravo no consiguió su propósito.
Ante tal acometida, el virrey ordenó a Calleja que detuviera al avance de los rebeldes. Mientras tanto, Morelos y su ejército habían tomado Cuautla e instalado una fortificación para vencer a Calleja, quien hasta entonces había ganado todos los encuentros contra los insurgentes. Éste, al ver que no podía vencerlos en combate, intentó dominarlos por hambre; los cercó durante 73 días, esperando la rendición que no iba a llegar; incluso les ofreció un indulto que Morelos no aceptó.
En esta campaña se le unen valiosos hombres, entre otros, los curas José Manuel Herrera y Mariano Matamoros, quien llegaría a ser lugarteniente, junto Hermenegildo Galeana. Cuando Morelos vio la imposibilidad del triunfo y que la ayuda de víveres y municiones no llegaba, se vio obligado a romper el sitio y abandonar el lugar donde se encontraban con pocas bajas del ejército insurgente. Volvió a Chilapa, Guerrero, y ahí inició su siguiente campaña.
De Chilapa partió a Huajuapan para ayudar a Valerio Trujano. Luego de la Victoria en ese lugar, estableció su cuartel general en Tehuacán, Puebla, que fue un lugar estratégico porque comunicaba con el puerto de Veracruz y las ciudades de México y Puebla.
Morelos reanuda sus acciones sobre Puebla, Veracruz y Jalapa, con un merecido prestigio. Después de varios enfrentamientos con los realistas, atacó Orizaba y dio un duro golpe al gobierno español, quemó todas las reservas de tabaco existentes, recogió todo el armamento militar y obtuvo más de $300,000 en plata y alhajas.
La dificultad para entrar al centro del país orilló a Morelos a marchar sobre Oaxaca, donde consiguió un vigoroso triunfo. Ahí organizó un gobierno provisional y fundó el periódico El correo Americano del Sur, cuyo propósito era difundir la doctrina revolucionaria.
Esta estabilidad y los éxitos obtenido por Matamoros y Bravo en Puebla y Veracruz animaron a Morelos a tomar Acapulco, lo cual logró en 1813. Tales victorias fortalecieron la causa insurgente y le dieron mayor esperanza de triunfo.
Antes de iniciar la siguiente campaña, Morelos había establecido las bases del gobierno mexicano. En 1813 Morelos, además de sostener las acciones de guerra, decide convocar al Congreso de Chilpancingo, es ante este cuerpo legislativo que el 14 de septiembre del mismo año, el caudillo insurgente presenta los Sentimientos de la Nación.
En lo político e ideológico, los Sentimientos de la Nación sentaban las bases para el debate legislativo en el Congreso de Chilpancingo. Morelos presenta en el primer punto de su documento, la independencia de América de España y de "toda otra nación"; en los siguientes manifiesta su lealtad ante la religión católica declarándola religión única "sin tolerancia de otra"; ratifica el principio de la soberanía popular; plantea el establecimiento de un régimen de gobierno dividido en tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial; propone los primeros esbozos legislativos en materia de justicia social, moderando la "la opulencia y la indigencia" de tal forma que se "aumente el jornal del pobre"; anula privilegios; proscribe la esclavitud; se protege el derecho a la propiedad; la inviolabilidad del domicilio, se prohíbe la tortura; y se quitan la "infinidad de tributos" como la alcabala, el estanco y el tributo, para regular y simplificar el impuesto del cinco por ciento "de semillas y demás efectos o otra carga igual".
En ese año (1813), Calleja fue nombrado virrey; ello trajo un recrudecímiento de los ataques realistas contra el insurgente. Después de haber instalado el Congreso en Chilpancingo y con el deseo de ampliar sus conquistas, Morelos pretendió llegar a Valladolid, en combinación con Bravo y Matamoros. Pero Calleja ordenó la derrota del caudillo, objetivo que casi logra, de no ser porque Morelos dividió su ejército para evitar el desastre; en ese percance cayó prisionero Mariano Matamoros.
Desanimado por esto, Morelos dejó el Congreso y se fue a Acapulco, donde permaneció inactivo hasta 1815. En este sitio se enteró de las persecuciones y recuperación de algunos territorios por parte de los realistas. Calleja lo acosaba sin descanso, obligándolo a huir a distinto lugares, hasta que los atrapó en las cercanías de Puebla y Guerrero, en pleno combate. En Temalaca, Morelos fue hecho prisionero por Manuel de la Concha, quien lo traslada a la ciudad de México para ser juzgado, pues la iglesia lo consideró como hereje y enemigo cristiano. Fue conducido a México para ser juzgado y fusilado en San Cristobal Ecatepec, el 22 de diciembre de 1815.
La muerte de Morelos dejó al movimiento insurgente sin un jefe capaz de acaudillarlo. Los combates se sucedían aislada y desordenadamente. El Nuevo virrey, Juan Ruiz Apocada, que sustituyó a Calleja debido a sus crueldades y excesos, prometió el perdón a los insurrectos si entregaban las armas; muchos de ellos lo aceptaron, pues creyeron perdida de lucha Esto fue un golpe para los que seguían luchando, ya que cedieron varios territorios que antes se había ganado, como el puerto de Boquilla de Piedra que permitía la entrada de Armas y municiones procedentes de los estados fronterizos.
Precisamente es esos momentos llegó a México el español Francisco Javier Mina, quien había sido expulsado de España por oponerse a Fernando VII. En el destierro conoció a fray Servando Teresa de Mier, quien le habló del movimiento de Independencia; de esta manera, Mina vio la posibilidad de luchar contra el gobierno tiránico del rey. Aunque Mina no obtuvo en un principio gran aceptación popular; incluso se le veía con desconfianza porque sus intereses políticos no correspondían a la del pueblo inconforme. Cuando Mina regresó al fuerte del Sombrero, el Virrey Apodaca, temeroso de que sus triunfos lo volvieran más fuerte y difícil de detener, ordenó atacarlo duramente, sitiando el fuerte.
Por más que Mina trató de romper el sitio no lo logró; fue acorralado por la escasez de víveres y municiones; decidió salir del lugar para traer recursos, pero no consiguió regresar. Mina viajó a Guanajuato, pero, como ya se encontraba muy fatigado, se refugió en el rancho El Venadito, donde él y Pedro Moreno fueron sorprendidos. Moreno murió en la lucha y Mina fue prisionero; luego fue sentenciado a muerte por un consejo de guerra y fusilado el 11 de noviembre del año 1817.
A la muerte de Mina, los fracasos continuaron, los lugares fortificados, como el fuerte de Palmillas en Veracruz o el de Jaujilla en Michoacán, cayeron en manos del enemigo, lo mismo que jefes como Rayón y Bravo, que fueron condenados a cadena perpetua.
En la última etapa de lucha, Guadalupe Victoria peleaba en Veracruz, mientras Vicente Guerrero lo hacía en las montañas del sur. Guerrero tenía experiencia en la insurgencia; pues había combatido bajo las órdenes de Galeana y Morelos.
Guerrero libró muchas batallas con éxito. En 1812 siendo apenas capitán derrotó al español Llano, lo que le valió seguidores para la causa insurgente; en 1815, con el grado de coronel, obtuvo en Tiapa una gran Victoria; en 1816 derrotó a los realistas en el cerro de Piaxtía. Debido a sus victorias, fue nombrado general en jefe de las tropas del sur, sostuvo una lucha en casi toda la zona del río balsas y la costa del sur, que le proporcionó valiosos recursos para la lucha. Mientras tanto el brigadier Armijo renunció a su cargo porque no pudo detener el avance de las tropas sureñas, que afianzaron la acción bélica del insurgente hasta la consumación de la independencia.
Sin embargo, la consumación de la independencia, además de las luchas de los insurgentes, encontró muchas razones de peso dentro de el mismo gobierno español. Al regresar Fernando VII de su cautiverio en Bayona, Francia, en marzo de 1814, fue recibido con bastante entusiasmo por el pueblo español, y aunque tuvo que acatar la Constitución, la suprimió el 4 de Mayo siguiente e hizo desaparecer a la Corte de Cadiz, ordenó la persecución de los liberales y recuperó el carácter de monarca absoluto, Ante esta situación, las logias masónicas comenzaron a actuar, decidiendo terminar con la tiranía, para lo cual hicieron labor de proselitismo en el ejército y prepararon una revolución. En enero de 1820 el coronel Rafael Diego, comandante del batallón de Asturias, se pronunció en contra del rey y le exigió el restablecimiento de la constitución.
Cuando lo ocurrido en España se empezó a conocer en México, el virrey Apodaca se las arregló para evitar que se difundieran las noticias del movimiento revolucionario español, pues no deseaba acatar la Constitución. Pero su esfuerzo fue en vano, ya que en Veracruz los liberales se lanzaron a la calle y presionaron al gobernador García Dávila, logrando que proclamase la nueva ley.
Apodaca al ver que sucedía lo mismo en otras ciudades, se dispuso a actuar de igual manera. Así, el 31 de Mayo jura y hace jurar la Constitución a las autoridades; además, toma el nombre de jefe político superior y capitán general, como correspondía a la nueva situación leal. Poco después convocó a elecciones municipales y estableció la libertad de imprenta.
Lo anterior causó mucha inquietud entre los españoles peninsulares y demás partidarios de la monarquía, pues las nuevas leyes constituían una amenaza para sus privilegios. Comenzaron a organizarse para separarse de España y dar continuidad a su situación. Desde luego que sus ideas independentistas se alejaban de las de los insurgentes, al no perseguir el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de la población, sino de su bienestar personal.
Los criollos, por su parte, propagaban las ideas liberadoras a través de diversas publicaciones; entre los periodistas de ese momento destacan Carlos María Bustamante y José Joaquín Fernández de Lizardi, el pensador mexicano.
Los españoles inconformes, entre ellos el virrey, se reunían en el templo de la profesa para conspirar, siendo el dirigente principal el canónigo Matías Monteagudo El plan consistía en separarse de España, impedir la aplicación de la constitución de Cádiz y ofrecer el trono a un miembro de la familia real española. Para los efectos del plan eran necesarios los servicios de un militar español que les inspiraba confianza; por tanto, se propuso al coronel Agustín de Iturbide, quien se había distinguido por ser muy combativo en las batallas que sostuvo contra los insurgentes.
Alrededor de Iturbide, nuevo centro de atención, se fue conformando un partido integrado por miembros del alto clero, propietarios de minas y grandes haciendas, comerciantes, autoridades y, desde luego, altos jefes militares. Los conjurados de la Profesa lograron que Iturbide tuviera el mando del ejército del Sur. Con este apoyo y con más efectivos militares, Iturbide se lanzó en contra de Guerrero y Pedro Ascencio, pero al resultar derrotado y después de evaluar la situación – que no era favorable – decidió aliarse con Guerrero para lograr la independencia, para lo cual concertó entrevista con los jefes insurgentes, hasta que logró reunirse con Guerrero en Acatempan el 10 de febrero de 1821. Guerrero representaba la lucha por la consecución de los ideales de los primeros insurgentes; deseaba obtener la independencia para que cambiara el modo de vida de los mexicanos y ya no dependieran de la corona española, formando una nación gobernadora con leyes liberales y democráticas.
Iturbide, por el contrario, quien representaba a la corriente conservadora, era oportunista que aprovechaba todas las ocasiones para colocarse ventajosamente, aunque para ello tuviera que atropellar los intereses y derechos de los demás. Quería la independencia, pero únicamente para las clases privilegiadas conservaran su situación y él pudiera obtener su correspondiente recompensa.
El día 24 de febrero de 1821 se firmó el Plan de Iguala. Entre sus puntos importantes tenemos:
· La religión Católica sería la única aceptada en el país.
· La Nueva España sería independiente de cualquier otra potencia.
· Su gobierno seria una monarquía constitucional, a cargo de un miembro de la casa de Habsburgo.
· Todos los habitantes tendrían la categoría de ciudadanos y el derecho a ocupar cargos públicos, según sus méritos.
· El gobierno así formado sería protegido por el ejército de las tres garantías. Religión, Independencia y Unión.
Iturbide y Guerrero encontraron al Plan de Iguala por parte de los absolutistas, encabezados por el virrey, quien decidió enviar tropas a combatirlos. Sin embargo, gradualmente diversos jefes militares se fueron sumando al Plan y se enfrentaron a los realistas, hasta dejarles únicamente las ciudades de México y Veracruz. Estando así la situación, el 30 de julio desembarcó es este puerto Juan O´donojú, que había sido nombrado virrey, en sustitución de Apodaca. O´donojú al darse cuenta de que no podría de tener el rumbo del acontecimiento, decidió buscar un arreglo con los Insurrectos, para lo cual se reunió en Córdoba con Iturbide. Se acordó reformar el Plan de Iguala, obteniendo como un resultado que se firmara el 24 de agosto los tratados de Córdoba. Entre los asuntos pactados figuran:
- Sustituir al posible monarca Habsburgo por uno de la casa de Borbón.
- Nombrar a la nueva nación como Imperio Mexicano.
- Considerar a O´donojú para ocupar un puesto en la nueva junta provisional de gobierno.
Para consumar la ansiada independencia sólo faltaba entrar en la capital, en la que se encontraba fuerzas del ejército español al mando del mariscal Novella. O´donojú, según los tratados, arregló la salida de esas tropas y se preparó la llegada del ejército trigarante para el día 27 de septiembre. El día 24, no obstante, Vicente Filisola había arribado a la capital con cuatro mil hombres, siendo el primer jefe del ejército independentista en llegar, Tres días después entraron las fuerzas trigarantes, con Iturbide al frente. Éste se dirigió al Palacio, en donde, junto con O´donojú, presenció el desfile de las tropas y asistió a la celebración de los servicios religiosos en la catedral. Iturbide, dirigiéndose a los ciudadanos, dijo: "Ya sabéis el modo de ser libres; a vosotros toca señalar el de ser felices".
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