En esta edición, traemos para ustedes esta nueva sección, que es especial para invitados. Para todos aquellos que quieran compartir algo de su inspiración, este es su rincón.
En esta ocasión, como aporte inaugural, presentamos "La Inspiración Final", cuento de la autoría de M. Humberto Gutiérrez. Disfrútenlo.
(Advertencia, por su contenido, la lectura de este cuento no es apta para menores de 15 años)
La Inspiración Final
En mis últimas vacaciones en Europa visite Ámsterdam, ciudad famosa por su enorme cantidad de museos que se cuentan por docenas, por supuesto me dedique a recorrer varios de ellos, todos fueron encantadores, pero de entre estos hubo uno que particularmente me interesó, por una obra que tenían en exposición. Me tope con ella casi de forma circunstancial; estaba observando algunos cuadros de pintores flamencos y holandeses del siglo XIX, mezclados con varios objetos de la época, cuando de pronto mire, de entre los objetos diversos, un manuscrito protegido por una caja de cristal. Era una hoja amarilla y macilenta con huellas de grasa impregnadas. Escrita en cursivas contenía un poema que leí y que me perturbó sobremanera:
La eternidad se inmoviliza
Luciérnagas áureas engalanan mi cálido interior
Cual estertor de muerte, el escalofrío envuelve
Y se confunde danzando a vertiginoso compás
Rocío tibio corona el sufrimiento
Anunciando la perenne belleza que se desvanece
Esta es la muestra perpetua de mi pasión fugaz
Inscrita en una placa se leía el nombre del autor, Pierre Desnauy, poeta flamenco (1840-?). De pronto, intrigado por el poema, me encontré buscando más obras del poeta en el museo, no había más, pregunte al personal informes sobre él y no me pudieron ayudar. Sin embargo no paso mucho tiempo sin que pudiera averiguar algo. En la misma tarde estaba charlando con un amigo en la terraza de un café, platicando acerca de mi recorrido por el museo y del hallazgo, estaba parafraseando parte del verso encontrado cuando escuche a alguien decir –Es Pierre Desnauy- al oír el comentario voltee rápidamente hacia donde se había escuchado la voz. Era un viejito, que se encontraba en la mesa de al lado acariciando a su perro. Lo observe y le pregunte asombrado por la coincidencia.
-Disculpe, ¿sabe quién es?-
-Si por supuesto que sé. Ha sido el mejor poeta flamenco que nuestra tierra ha dado, vivió en la región de Flandes, en Bélgica, de donde soy originario. Fue brevemente famoso durante el siglo pasado, su obra fue como un huracán que pasó chillante. Tal como llegó partió y su particular vida quedo borrada por una sociedad horrorizada-
El viejo parecía conocer la vida y obra del poeta. Tendría unos 70 años, vestía una chaqueta café, su rostro enjuto y lleno de arrugas, rebosaba un profundo conocimiento local, llevaba una boina y unos zapatos sin calcetines, había llegado en una bicicleta que tenia recargada en la pared del café, después nos comento que venia seguido en compañía de su can, a beber siempre un café negro. Interesado en las palabras pronunciadas por el viejo le dije:
–El día de hoy estuve en el museo y leí ese poema, me llamó la atención, quise buscar más pero nadie me supo informar sobre su obra-
-Es que eso fue lo último que escribió, después de eso, ya no se supo nada de él-
-¿Nadie sabe que pasó con él?-
-Nadie, huyó y nunca lo encontraron, verá, a mi parecer no se que resulta más interesante, su vida o su obra. Fue un ser muy singular-
-¡Interesante! Apuesto que usted sabe mucho de él, me gustaría que me contara más-
- Con todo gusto; es una historia un poco larga, pero si tiene un poco de tiempo y paciencia de buen agrado lo haré-
-Adelante-
Vale la pena rescatar la historia que nos contó aquella tarde el viejo. Por respeto al Poeta que no a la persona, trataré de contar de la mejor manera posible, lo que se nos relato ese día de Pierre Desnauy, poeta precursor de la poesía libre.
Pierre Desnauy nació en Bruselas, Bélgica. Su vida fue un tanto enigmática, lejos de todo adorno, no nació en cuna rica, ni en una familia medianamente cultivada, fue hijo de un borracho parrandero que murió, cuando Pierre tenía cuatro años, en una riña dentro de una taberna, Su madre en su juventud había sido prostituta, pero cuando nació Pierre quiso cambiar a una profesión más honrosa, así que consiguió un trabajo como fregona en un hostal. La niñez de Pierre fue dura y amarga, pero él en su interior albergaba una sólida estoicidad. La vida de arrimado del hostal le permitió tener una buena alimentación, creció muy fuerte y en el hostal lo usaban para cargar leña, trabajaba de sol a sol, más por las noches se dormía dulcemente acurrucado escuchando las historias de los viajeros.
Cuando Pierre cumplió quince años de edad fue echado del hostal, pues ya era mayor, así que fue orillado a hacer su propia vida, su madre solo le dio un trozo de pan, una bendición y cincuenta centavos para que comenzara su camino. Pierre pronto consiguió trabajo en una carnicería, como ayudante. Con su dedicada labor no tardo en conseguir la confianza del carnicero, quien le enseño la profesión. De esta manera Pierre Desnauy pudo tener un trabajo decente que le permitió tener un techo seguro, muy humilde eso sí. Rentaba un pequeño ático en un viejo edificio.
Gozaba el trabajo en la carnicería y se esmeraba en ser un buen trabajador; tras el paso de los años se hizo más fuerte, era un hábil destazador de reses, de aspecto recio y grandes dimensiones; sin embargo tenía una estilizada suavidad producto quizá de aquellas miles de noches en que se cultivó al calor de las historias que los viajeros contaban, recuentos de infinidad de lugares y de circunstancias, y sin haber leído un solo libro, su mente rezumaba un profundo conocimiento de la vida. Pierre aprendió a escribir y a realizar cuentas siendo ya grande, gracias a la ayuda del carnicero, quien debido a sus años cada vez batallaba más para hacerlas solo. El carnicero estuvo alguna vez casado y había tenido hijos, pero una epidemia había barrido con su familia.
Con el transcurso del tiempo Pierre fue ayudando cada vez más al carnicero, al punto de tener que encargarse él solo de llevar el negocio por la vejez de aquel, también lo cuidaba y le procuraba de un médico cada vez que lo necesitaba. Con el paso del tiempo el carnicero lentamente fue deteriorando, hasta que un día la madre naturaleza lo reclamó, y en su testamento heredó a Pierre Desnauy el negocio, como muestra de gratitud por su apoyo y compañía.
Pierre en ese entonces ya tenía treinta años, llevaba con soltura el negocio encargándose de todas las actividades, compraba las reses, las destazaba, atendía el mostrador y en resumen llevaba un perfecto orden, la jornada era larga pero siempre guardaba un mínimo de fuerzas para la noche, la suficiente para sentarse en su buró a escribir historias, cuentos como aquellos que escuchaba en el hostal; de esta manera se arrullaba y se iba a la cama, más en ocasiones se quedaba dormido sobre el escritorio. El afán de servicio y entrega de Pierre Desnauy lo convirtió en el mejor carnicero de la ciudad, mucha gente venia de varios distritos a comprarle a él, pues era muy amable y tenia la mejor carne. De igual manera y sin saberlo él ni nadie se convirtió en el mejor escritor, sus múltiples historias, contenidas en libretas, estaban arrinconadas en la gaveta de su casa, como mudo testimonio del ingenio del literato.
Aún a pesar de haber heredado la casa y negocio del carnicero, Pierre seguía viviendo en su humilde departamento, pues sentía que sería una falta a la memoria del anterior carnicero vivir en su antigua casa. Cada vez era más complicado para Pierre llevar su rutina, pues la clientela lo obligaba a trabajar más duro y a cerrar más tarde. Una mañana, tras una larga jornada de inspiración literaria, Pierre amaneció sobre el escritorio retrasado para el trabajo. Al darse cuenta se levantó como resorte y se cambio y vistió rápidamente, salió con prisa y por el apuro se olvido de apagar una vela que había dejado prendida desde la madrugada. Cuando regreso del trabajo ya todo el edificio estaba en cenizas, el edificio se quemó junto con una familia. De sus cosas solo pudieron rescatar un cuaderno semi chamuscado que contenía unas cuantas historias. De entre estas solo nos llegó al día de hoy El cancerbero de Bruselas, digno ejemplo de la narración flamenca.
El haber sido responsable de la muerte de una familia lo dejo tocado, ya sin su departamento no tuvo más opción que mudarse a la casa del carnicero y tratar de continuar su vida; sin embargo, un rastro melancólico era perceptible, nunca se perdono la muerte de la familia. Regularmente un sentimiento de culpa lo abordaba mientras dormía y solía despertarse a media noche sudando frío. Dejo de escribir por un tiempo y continuó solo con el negocio. Más no por ello dejó de ser excelso en su trabajo, no hubo una mella en la clientela y seguía siendo el mejor carnicero. De la misma forma su llama creativa no se apago, solo la ignoro, más después de un tiempo de no escribir, fue creciendo en él un inminente impulso que de forma paulatina fue recobrando fuerzas, hasta que una noche el deseo triunfo, Pierre se sentó nuevamente en su escritorio, pero ya no pudo escribir cuentos, su impulso ya no era aquel jovial, sino uno taciturno pero armónico, por ese motivo Pierre se convirtió en poeta.
Otra vez los cuadernos de Pierre se llenaron de escritos, más ahora eran poemas, agraciados arrebatos de solitaria inspiración que se derramaban sobre numerosos textos; nuevamente las libretas se agolparon sobre el escritorio y como antaño Pierre amanecía ocasionalmente sobre su escritorio, casi como antes. Del mismo modo Pierre continuaba con su hermetismo, pues nadie conocía a Pierre el escritor, al poeta. No obstante Pierre no era un desconocido en Bruselas, era famoso en la ciudad por su servicio e indiscutible calidad como carnicero, y pertenecía además al gremio de comerciantes de la ciudad. En veces lo invitaban a eventos de la cámara de comercio. En los convites su altura y corpulencia llamaba la atención de las viudas y las solteronas, quienes cuchicheaban entre sí “como me gustaría montar a ese toro”
Un día, en una ocasión por motivo de una reunión de la cámara de comercio, Pierre conoció a la viuda de un prestamista, al avanzar la noche y los tragos, tras unos ligeros coqueteos, la viuda sugirió a Pierre de que la invitara a su casa, él accedió. En su casa la viuda lo abordó, y para envidia de las solteronas, hicieron el amor en la cama y en el suelo, la frenética pasión de un hombre que por primera vez había follado y las ganas reprimidas de una viuda de cinco años hicieron de aquél evento un acto que tenía que repetirse para calmar ambas tormentas. Conforme se fueron conociendo, la viuda poco a poco se fue dando cuenta de que Pierre Desnauy era algo más que un simple carnicero. Una vez después de uno de sus encuentros, ella se paro desnuda a la ventana, estuvo observando por un rato a la calle dándose un suave reposo, cuando al voltear sobre su costado se dio cuenta de que había una libreta que estaba encima del escritorio; la tomó y se sorprendió al verla repleta de poesía, Leyó muchos poemas y quedo encantada. El no había comentado con ella nada acerca de su pasión por los poemas, pues profesaba una gran humildad y no los veía tan buenos. Para él sus poemas eran simples ejercicios mentales que no tenían ningún vinculo con el arte y el lirismo bohemio de su época, más no por ello sus obras eran malas, al contrario su habilidad era innegable.
Conocida esa fase de poeta la viuda vio a Pierre con otros ojos, más para la mala fortuna de ambos la relación no estaba echa para durar. En su testamento el prestamista había especificado que la única condición para que su esposa gozara de su fortuna era de que no se volviera a casar o ayuntar con ningún hombre, la viuda al saber que ya empezaban a rumorar de su relación con el carnicero, tuvo que, muy a su pesar, terminar con su furtivo convivió pero no sin antes haber aconsejado a Pierre de que publicara sus escritos; él se negó y le dijo que eran cosa privada. Ante esa respuesta la viuda dijo que respetaba su decisión así que en el encuentro final tomó un libro de poemas y se lo llevó.
Pierre no extrañó ni a la viuda ni a su libreta, el, siguió con su trabajo en la carnicería; muy al contrario de lo que se pudiera pensar, su trabajo de carnicero le gustaba, de hecho de su labor manaba su inspiración, cuando trabajaba se adentraba en una operación mecánica casi automática que le permitía abandonarse a sus pensamientos. Rebanaba la carne rítmicamente; si se le hubiera puesto un metrónomo, con el que se mide los tiempos en la música, hubiera resaltado el hecho de que sus tajadas eran temporalmente simétricas, de esta manera realizaba su labor, en tanto su mente trabajaba en armonía componiendo versos. De regreso en su habitación, se limitaba a vaciar lo que ya había pensado. De este origen fluía su creación; sus libretas ya llenaban un pequeño estante, varios volúmenes de excelsa poesía se arrejuntaban en solitaria compañía, era una especie de tesoro de dioses, prohibido a los mortales.
Más como se podrá imaginar hubo una Prometea, la viuda del prestamista, que como muestra de gratitud envió la libreta a un editor conocido suyo. Él, al darse cuenta de la talla del poeta, no dudo en acudir un día a la carnicería para convencer al poeta de que publicara sus obras.
-Buenas tardes, ¿en que le puedo servir?-
-En mucho, he venido aquí porque me han comentado que aquí venden un muy buen solomillo-
-El mejor de la ciudad. ¿Que le parece este?-
-Estupendo, un digno ejemplar para mi mesa, me lo llevó-
-Deje lo envuelvo. Este filete hasta merece un empaque con moño-
-Gracias…Y dígame Pierre, ¿como le va con su negocio?-
-Bien, siempre con mucho trabajo, pero, ¿Como sabe usted mi nombre?-
-Una amiga me contó de usted. Me ha dicho que usted es el mejor carnicero del lugar, pero me ha dicho también que sus cortes se quedan tímidos ante lo exquisito de sus versos-
Pierre, al intuir la intención del visitante, no se dio por aludido.
-Bien, aquí esta listo, el mejor solomillo de la ciudad, son 80 centavos-
-Tome. Dígame Pierre, usted parece estar satisfecho con su ocupación de carnicero pero ¿No le interesaría más la vida de poeta?-
-No sé a que se refiere. Aquí esta su cambio, que tenga buena tarde-
-Me refiero a que he leído sus poemas y me parecen hermosos, soy un editor y me gustaría publicar sus obras-
-Supongo como llegó hasta usted lo que he escrito. Pero eso que usted ha leído no es poesía, es solo un juego, una distracción, no es nada serio, está perdiendo su tiempo-
-¿Pues que es la poesía sino un juego, un artificio? Señor, al tratar de no definir su obra como poesía la ha definido como tal. Además quiero comentarle que lo que he leído no me ha parecido superfluo en absoluto, sino lo contrario y quiero decirle que tiene un gran mérito y calidad, usted es un prolífico escritor, pero está dejando a su obra pudrirse en soledad-
-Mis escritos están en el lugar indicado, en el lugar donde han nacido, ahí pertenecen y ahí los quiero-
-Esta bien si así lo quiere, pero comprenda que las obras son como los hijos, usted podrá ser su creador, pero no le pertenecen, se pertenecen a ellas mismas, usted es un gran egoísta al no querer compartirlas-
-Quizá seré egoísta pero aún así no las publicare, no quiero ser el hazmerreír del pueblo-
-¡Oh creame, bien, Pierre Desnauy!, usted será todo menos el hazmerreír del pueblo, la gente lo amará, su destino es salir de entre nosotros para elevarse a gran altura. El camino ya esta hecho, solo tiene que tomarlo, para usted será sencillo, pues lo único que requiere es dar su consentimiento y ya esta listo. Yo me encargare de lo demás, usted podrá continuar con su trabajo. Las posibilidades de ingresos excedentes son bastante atractivas.-
El editor era un elocuente orador, más el carácter huraño de Pierre complicaba las cosas; sin embargo, no era indiferente al dinero, la idea de tener un capital adicional, casi sin hacer nada, solo consintiendo que se imprimiera su obra era atractiva, pensaba que si tuviera dinero extra lo usaría para emborracharse y si era suficiente quizá por vez primera en su vida cerraría un día la carnicería. Además pensaba que si quien lo encomiaba a publicar su obra era un editor, era porque quizá su obra, después de todo, no era tan mala. En el fondo siempre había tenido esa curiosidad por saber si lo que a él se le presentaba como sublime también significaba lo mismo para los otros, lo que de ser cierto indicaría la existencia de un vinculo, la declaración tácita de que era uno de ellos, que pertenecía a la sociedad, algo de lo que siempre había dudado. Por lo demás siempre había sentido un dejo de petulancia y quería comprobar si en realidad tenía sustento.
Pierre Desnauy terminó aceptando. Carnicero y escritor estrecharon las manos, la obra se imprimió y se distribuyó por las librerías de la ciudad, los libros se vendieron como pan caliente o mejor dicho como solomillos de primera, la obra pronto se vendió en las demás ciudades vecinas llegando a conocerse en París. En su ciudad pronto corrió la noticia de que el novel poeta era de profesión carnicero, la noticia provoco una gran curiosidad entre los habitantes quienes consideraron el hecho como algo absolutamente fuera de norma. Muchas muchachas empezaron a desfilar por la carnicería para comprar filetes, muchas de ellas con su libro bajo el brazo para pedir autógrafos, algunas de ellas consiguieron un poco más que eso. La estilizada suavidad de sus versos era complementada por la virilidad de su apariencia que ostentaba en su otra profesión, una combinación dinamitante que hipnotizaba a las jovencitas y a las señoras. Las mujeres y el dinero aparecieron de la noche a la mañana en su vida, de un día para otro Pierre se había convertido en el poeta de su nación y en el amante del pueblo. Sus obras eran impresas una tras otra, su estante agolpado de volúmenes comenzó a despejarse a medida en que estos se entregaban al editor para su trascripción. La fama del poeta se disperso por Europa llegando hasta la gran bretaña y los países nórdicos, sus obras fueron traducidas a todos los idiomas del continente, se leían ya en flamenco, francés, inglés, alemán, italiano, español, holandés e inclusive ruso. Los ingresos excedentes que le llegaban a raudales y su repentina fama hicieron incompatible la continuación de su trabajo como carnicero, por lo que vendió su negocio a un alemán por 40 virelanes. Su vida inmóvil en la carnicería fue pronto trocada por otra animada y activa en donde vivía frecuentando las cortes, los parques, las fiestas y las veladas literarias, sus escritos eran la delicia de las tertulias y Pierre se regocijaba leyendo sus textos a lo mejor de la sociedad flamenca. Cortejo a muchas mujeres, usualmente les recitaba sus versos más melosos, pues no todo lo que toco fue oro; más sin embargo, estos eran los que las damas preferían, fue entonces envuelto en una etapa de placer y lujuria. Su cama fue visitaba por las doncellas más hermosas, las frutas más maduras y los abriles más deliciosos. Su gusto se fue refinando y sus amantes pronto empezaron a provenir de familias acomodadas, conoció a hijas de comerciantes, de jueces y de la nobleza, así también como a sus esposas.
Un día, llegó a la ciudad procedente de la gran bretaña la mejor compañía de teatro de Europa a representar un ciclo de obras de Shakespeare, entre sus grandes talentos venía la joven joya del teatro londinense llamada Eugene Greene, una autentica Diosa. Debido a la talla del poeta y al gran momento por el que pasaba, formó parte del comité de recepción integrado por lo mejor de la vida intelectual y de la sociedad flamenca. Organizaron una elegante cena con platillos costosos y vinos franceses, fueron buenos anfitriones y mantuvieron una amena charla toda la noche. Pierre no dejaba de observar a la bella Eugene, ella se sabía vista por él y le respondía con sus miradas ya que también sentía atracción por él, pues conocía su obra y le profesaba admiración. Tras varios eventos organizados por los anfitriones, Pierre y Eugene fueron intercambiando charlas y haciéndolas cada vez más extensas, hasta que una noche, después de la puesta en escena de El Rey Lear, al celebrar el éxito de la función y haber ingerido varios vinos salieron juntos rumbo a casa de Pierre un poco embriagados. Pierre ya había conocido a muchas beldades, pero ninguna como Eugene, su belleza era sin par. Todo ella era un tributo a la vida, sus proporciones, su tersa tez y la armonía de su rostro hacían creer en el supremo arquitecto. Pierre también era atractivo a su manera, pero poseía una belleza tosca, parecía haber sido esculpido de un bloque de mármol con solo unos cuantos cincelazos.
Ahí estaban ellos, en el escritorio de Pierre, tomando vino mientras reían y charlaban, las manos de Pierre se encontraban sudorosas ante el nerviosismo de tener a semejante soberana en su habitación, el la tomo de las manos y se prestó a darle un beso pero ella se retrajo y tapo los gruesos labios monolíticos de Pierre con su nacarado dedo índice.
-Primero recítame un poema- Dijo Eugene
-Sí, claro-
Pierre, estiro la mano y busco un cuaderno de su escritorio para recitarle uno de los miles de versos escritos por él, sin embargo, no encontró ninguno, la última libreta la había entregado hace meses al editor para su trascripción.
-Eugene, graciosa hermosura, te pido disculpas, en este momento no tengo ningún libro cerca.-
-Ese no es problema, puedes inspirarte en mí, seré tu musa- Dijo riendo Eugene provocativamente.
Pierre, vaciló pero accedió, cerro sus ojos, en busca de aquellas palabras que siempre surgían a borbotones de su prolífica cabeza, sin embargo en esta ocasión nada brotó, solo un silencio había en la habitación mientras Eugene estaba en espera del erótico artificio con una sonrisa y sus ojos cerrados.
-Disculpa Eugene, no se si es por el vino o por tu extrema belleza, pero no se me viene nada a la cabeza-
Eugene sorpresivamente cambio rápidamente de rostro, como una niña caprichosa lo observo fijamente a los ojos.
-¡¿Comó?! ¡Tú eres el mejor poeta y yo soy la mujer más bella! De semejante reunión no debe de producirse sino el poema más sublime.-
-Tienes absoluta razón, sin embargo, mi mente esta en blanco, quizá es porque me tiene hechizado tu hermosura- Profirió Pierre un tanto apenado.
-¡Al diablo con tu explicación! ¡Recítame un poema, aunque sea un verso!
-Lo siento Eugene, estoy nublado-
-¡Mi poema, recítame mi poema! ¡Eugene Greene debe de tener un poema! -¡Dame mi poema!-
Eugene, había mudado de comportamiento, como si se tratara de una escena de teatro, su postura no era entendible sin otorgarle la virtud de un grado de alienación. Estaba encendida en cólera, quizá su hermosura era sin par, pero a consecuencia de ello, su ego era profundo como un abismo.
-Si eres tan buen poeta como te presumes, no deberías de tener ningún problema con esto, ¿O es que acaso te doy tanto miedo? O quizá eras un buen poeta pero ahora eres un escritor impotente que ya no puede erigir una palabra. ¿Eh? Dime impotente, ¡contéstame!-
La situación se había tornado incomoda, Pierre en un principio se sentía avergonzado, como si tuviera disfunción eréctil, pero conforme Eugene continuaba con sus insultos él se sentía cada vez más y más ofendido.
-¡Basta! Hoy no se me ocurre nada, seguro es por el vino, ya mañana se me ocurrirá algo, te prometo que te escribiré un poema-
- ¡Simples excusas! Los mejores poetas escriben bajo el efecto de Dionisio, pero tú estéril poeta, haz demostrado tu fraude. Ya lo presentía, esta ciudad asquerosa ya me tiene harta, todos ustedes son una estafa, no son ni lo suficiente nobles, ni ricos, ni cultos. Y por sobre todos, tú eres el fraude mayor, en toda la estancia no te he visto sino tomar tus libros impresos para leer poemas ya escritos; pero ¿Qué te he visto crear en estos días? ¿Qué ha nacido de tu pecho últimamente? ¿En dónde está tu inspiración? Tengo la impresión que todos tus versos son robados.-
Eugene tenía razón parcialmente, los versos habían sido escritos por Pierre, pero por el Pierre anterior, el carnicero, desde su cambio de vida ya no había vuelto a escribir. Pierre se sintió amargamente insultado debido a tan dolorosa verdad, lleno de ira exclamo.
-¡Basta zorra pedante! ¡A callar!-
Pierre se quedo mudo y estático, quería regresar las palabras pronunciadas pero era demasiado tarde, estaban resonando por toda la habitación.
-Perdón, discúlpame, tienes razón, te prometo que te escribiré un poema-
Eugene, estaba pasmada, nunca había sido ofendida, ni siquiera por su padre. Bajo corriendo las escaleras a toda prisa huyendo del lugar, Pierre intento tomarla por el brazo pero ella no se dejo.
-¡No me toques monstruo insolente! ¡Como te has atrevido cerdo! ¡Pierre Desnauy eres un cerdo impotente!-
Eugene corrió fuera de la casa de Pierre y corrió a mitad de la noche por entre las calles obscuras y desiertas, a grandes voces se alejo del lugar. Lentamente su voz se iba apagando pero era posible alcanzar a distinguir –Pierre Desnauy es un falso poeta y un cerdo- A su vez Pierre trataba de ahogar sus gritos con los suyos desde su casa.- ¡Te escribiré un poema!-
Pierre se desplomo sobre su cama. Al día siguiente ya se había corrido la noticia. En el pueblo se rumoraba que Pierre Desnauy no era poeta y que en realidad había robado los versos, además se decía que había intentado violar a la señorita Eugene. El departamento de policía, lo llamó a comparecer pero ante la falta de cargos fue dejado libre. De repente todo cambió para Pierre, dejó de ser requerido a los eventos de la sociedad flamenca, incluidos los que se organizaban a la compañía de teatro, que aún seguía en la ciudad, pues el teatro continuaba abarrotándose a pesar de que ya actuaban a medias. Fue entonces excluido del círculo intelectual y todos sus amigos dejaron de hablarle. Habiendo renunciado a la carnicería no podía recogerse a su antigua profesión, quedo por así decirlo en un limbo social.
Pierre con su orgullo herido intentó volver a escribir pero sus esfuerzos fueron vanos, ninguna idea se le ocurrió, ni siquiera alguna vaga noción, su pluma estaba inmóvil atrapada en la mano de un poeta sin inspiración. En un arranque de desesperación Pierre gritó, sacudió las manos en el aire y tiró los objetos que estaban sobre su escritorio, se levantó y se fue a la ventana recargando sus manos sobre la pared. No sabía que hacer, estaba enojado con la gente, con Eugene y con él mismo, se preguntaba hacia donde se había ido su arte, si otrora era un gran escritor prolífico y de su pluma profusa desbordaban versos, ahora se encontraba al borde de una crisis nerviosa con el tintero lleno pero con la cabeza vacía. Trato de calmarse, se dijo que el en verdad era un gran poeta, porque él sí había escrito esos versos, todo era obra suya, solo era cuestión de escribir unos cuantos poemas para retomar el camino y callar al mundo. Pierre regresó al escritorio e intentó varias veces más de escribir pero su mente no escupió una sola palabra, la escena del grito y del tirar las cosas se repitieron varias veces hasta que por fin se dio por vencido. Se quedó estático en el escritorio; por varios días sin comer y sin asearse. Su mente estaba ciclada con un solo y perpetuo pensamiento: necesito escribir un poema ¡Tengo que escribir un poema!
Todo cambio una tarde, había dormido todo el día y tuvo un sueño revelador, en el vislumbró exactamente lo que tenía que hacer para recobrar su talento. Bajo a la carnicería y toco la puerta; fue inútil, el negocio estaba cerrado, Pierre no se inmutó y sacó unas llaves de su bolsa, pues había guardado unas copias y abrió la puerta, entró a la carnicería y por un momento respiro el aire del lugar, para él era como una mañana en el océano, se dirigió a la mesa de trabajo, tomo un cuchillo afilado y lo guardo en un pedazo de tela. Toda la escena ocurrió veloz; sin pausas y sin tiempo para reflexionar. Pierre salió de la carnicería con una sonrisa chueca, dirigió sus pasos hacia el Hôtel Des Fleures, en donde se encontraba hospedada la compañía de teatro y marcho con pasos resolutos. En su trayecto compró un ramo de flores. Llegó a la recepción del hotel y pregunto por la habitación de Eugene, -es la 220 en el segundo piso- le contestaron. Subió las escaleras, se dirigió tranquilamente a la habitación de Eugene y toco a la puerta – ¿Quien es?- preguntó Eugene. –Soy de la florería, traigo un obsequio de un admirador- contestó Pierre. Eugene abrió la puerta y para su sorpresa era él, trato de cerrar la puerta pero Pierre lo impidió con su brazo, rápidamente entró y con voz serena y seca le anunció –Te dije que te escribiría un poema- Eugene con un gesto de enojo estuvo a punto de levantar la voz pero Pierre la golpeo en la cabeza y ella cayó desmayada. Él la tomo de los brazos y la llevó al baño arrastrándola.
Al día siguiente la ciudad amaneció conmocionada; Eugene Greene había sido cruelmente asesinada en el baño de la habitación del hotel por Pierre Desnauy, su cuerpo había sido horrorosamente destazado con un cuchillo de carnicero. Sobre el piso, en el lugar del crimen, se encontró escrito en un papel un poema firmado por Pierre Desnauy. El poema contenía 7 líneas correspondientes al número de cortes que el cuerpo presentaba. El espeluznante crimen había sido coronado por un poema de origen macabro pero exquisito. La policía busco a Pierre en toda la ciudad y por todo el país; a pesar de los grandes esfuerzos realizados nunca encontraron al homicida. El horror invadió a Bruselas pues se sintió ultrajada con el asesinato más vil jamás vivido y que resultó ser perpetrado a manos de una persona, que recientemente había sido considerado como la joya de la nación. Después del asesinato, ser flamenco fue por un tiempo vergonzoso, la gente en el exterior llegó a renegar de su origen tratando de eliminar todo rastro de vínculo, por ello la administración de la región hizo un pacto secreto y trató de borrar de la memoria del pueblo el nombre del poeta, retirando sus obras de las librerías.
El poema fue archivado por la autoridad en un expediente junto con el cuchillo y otras evidencias. Tras el paso de los años el caso tuvo que ser cerrado y por fin quedó en el olvidó para la paz de la nación. El expediente fue mudado al archivo muerto y ahí pasó varias decenas de años, abandonado en el sótano del edificio. Mucho tiempo después, durante un bombardeo en la segunda guerra mundial, el edificio central de la policía de Bruselas fue destruido, sin embargo, de entre los escombros, fue encontrado milagrosamente el poema. Tras un azaroso cambio de manos, el poema acabo en las manos de un coleccionista privado, quien al morir lo donó en su testamento al Museo de Rijks en Ámsterdam, Holanda.
Finalmente lejos de todo prejuicio y después de ciento treinta años de permanecer escondido, el mejor poema de Pierre Desnauy se exhibe en el museo; en una caja de cristal, para protección de la joya literaria. De esta forma elegante, el humilde papel descolorido se presenta en sociedad. La mejor obra del mejor poeta flamenco, producto de una sublimé inspiración, saluda con un guiño a los visitantes del museo.
Comparte
0 comments:
Publicar un comentario