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martes, 12 de octubre de 2010

Asesina de sueños 08





Lo que no te mata te fortalece... así que no me odies, pues tal vez en el intento de asesinar tus sueños, éstos se hagan tan fuertes, que tomen vida propia, se hagan realidad y te conduzcan a la grandeza. Aún así, no me lo agradezcas, pues asesinar tus sueños no es por tu bien, si no por mi diversión, por eso soy la asesina de los sueños.


El capítulo de hoy se titula: Y al tercer día...

En medio de un sobresalto, Candy despertó y miró alrededor desorientada. Lo normal cuando duermes a deshoras. Percibió las penumbras alrededor de ella, y se incorporó lentamente en la cama, incómoda, tratando de recordar de que se había tratado el sueño que la había hecho despertar tan intranquila. Se llevó las manos al rostro para frotarse las sienes, tratando de estimular su memoria, y de súbito, no el sueño, sino la pesadilla de todo el día volvió a su mente. La chica del cuarto contiguo balanceando en el aire y la visión de sus amigos inconscientes se mezclaron en una sola.

-¡Anthony!- gritó sin pensar, mientras entendía en que momento se había desmayado. Al instante se abrió la puerta de su habitación y entró una figura iluminada en una luz ténue. Candy reconoció a la hermana Margaret, quien traía una bandeja en sus manos.

-Has despertado al fin- observó con seriedad la religiosa, y Candy no pudo evitar sonrojarse de la pena al recordar en cuantos problemas estaba metida.

-Hermana- habló Candy con un nudo en la garganta- ¿Qué pasó con Archie, Anthony y Stear? ¿Qué les ocurrió? ¿Cómo están?- preguntó con urgencia, pues aunque sabía que se avecinaba un castigo fuerte por haber recibido a los chicos en su habitación, ella se preocupaba más por los chicos que por su propia suerte.

-No lo sé Candy- contestó con una sincera preocupación en su voz- solo puedo decirte que la Hermana Grey me encargó no separarme de ti en ningún momento, y que te llevara a su despacho en cuanto despertaras. Ya sabes lo que te espera ahí. ¿Tienes la fuerza para afrontarlo ahora?

“No” respondió la chica en su mente. Por supuesto que no. Seguramente después de lo ocurrido con los chicos esa mañana, la expulsarían del colegio, además de que tal vez quisieran achacarle, como siempre, todas las cosas terribles que sucedían a su alrededor… achacarle la muerte de Paty… y llevarla presa. Claro que no estaba lista para eso, claro que se sentía débil. Y encima de todo, sus paladines no estarían para defenderla. Pero tal vez, en medio de las sanciones, podría conseguir la pequeña gracia de enterarse como estaban los chicos, y ese último pensamiento bastó para emitir una respuesta.

-Estoy lista para afrontar a la hermana Grey, y recibir el castigo merecido- contestó Candy con tanta seguridad, que la hermana Margaret, en su interior, sintió admiración por ella.

-Come un poco primeramente, y enseguida te llevaré con ella.

Media hora después, se encaminaban en silencio a la rectoría del colegio, cada una sumida en sus pensamientos.

-Adelante- contestó una severa voz en cuanto llamaron a la puerta.

Candy esperó a que la hermana Margaret pasara delante de ella, con la intención de cubrirse con su espalda y retrasar lo más posible el momento de enfrentarse a la directora, temiendo que su encuentro con ella terminara en una expulsión del colegio, y que esto desencadenara una expulsión de la familia Andley.

-Esconderse detrás de la hermana Margaret no la librará de nada de lo que tengo que decirle, si es que esa es su intención- escuchó Candy la voz de la hermana Grey, así que se resignó a salir de su escondite.

-Espere afuera hermana- dijo la directora dirigiéndose a la religiosa que acompañaba a Candy, así que esta hizo una reverencia y salió de la oficina, dejando sola a Candy con la hermana Grey.

-Señorita Candice White Andley- habló pausadamente la mujer mientras le dirigía una adusta mirada a la joven rubia- Es su tercer día en este colegio… y nunca desde que se soy directora del colegio había tenido la necesidad de llamar a mi oficina a nadie con tan reciente ingreso. Nunca desde la fundación del colegio un alumno se había metido en tantos problemas en tan poco tiempo.

-Hermana, yo…- habló Candy tratando de defenderse, tratando de explicar que nada de lo sucedido había sido su culpa.

-No interrumpa señorita. Sé todo lo que ha pasado, todos los problemas en los que se ha metido, y sé bien cuales fueron creados por sus compañeros y cuales por usted misma. Pero también debe estar consciente que si usted pusiera más atención cuando se le habla, si no fuera tan irreflexiva, irreverente, y se quitara esa falsa seguridad de independencia, y se quitara ese estigma que usted misma carga de ser diferente a los demás… si tratara en verdad de encajar y de comportarse como una dama, no estaría en ningún problema, y no estaría aquí ahora.

Candy se veía confundida, no alcanzaba a entender si las palabras de la hermana Grey eran un regaño o un consejo. No sabía que tan largo sería el sermón antes de ser castigada, expulsada o dejada en libertad.

-Si quiere que se lo diga más claro- continuó la directora viendo la expresión en el rostro de Candy- si usted me hubiera puesto atención el día de su ingreso al colegio, habría sabido con seguridad que las alumnas asisten a misa con el uniforme de gala, lo que habría evitado todos los conflictos con Patricia O´Brien. También se habría abstenido de recibir personas en su habitación durante un confinamiento, y más aún, hombres… y además de evitar su desprestigio, les habría evitado problemas a ellos…

-¿Qué pasó con ellos? Con Anthony, Stear y Archie… mi familia¿Cómo están?- preguntó Candy incapaz de contenerse más tiempo cuando la directora los mencionó.

-Creo, señorita Andley,-dijo mientras le dedicaba a Candy una de sus miradas más severas, lo que obligó a la rubia a bajar la cabeza- que no está entendiendo la gravedad de su situación, al punto que osa interrumpirme en lugar de permanecer en silencio, como debería hacer una verdadera dama. Preocúpese primero por su educación y por continuar en esta noble institución, que es lo que debe importarle a alguien de su posición.

-No puedo…-dijo Candy aún con la cabeza baja y mirando sus manos convertirse en puños sobre su vestido, y entonces levantó la cabeza y miró fijamente a la rectora- no puedo ser así de insensible. Nunca ninguna cosa podrá importarme más que la salud y la felicidad de quienes amo. De verdad hermana, no quiero molestarla, y tal vez yo no esté destinada para ser una dama, las normas de este colegio son demasiado severas para seguirles el ritmo, y además, todo se junta para demostrar que yo no debo estar aquí. Y de verdad, en este momento, no es importante lo que suceda conmigo, y no es importante para mí cuidar el buen nombre de una familia, cuando los miembros más importantes y queridos de esa familia han sido alcanzados por mi mala suerte. De verdad, hermana Grey, aceptaré todos y cada uno de los castigos que desee imponerme, y seré lo que usted quiera que yo sea… pero déjeme saber de Anthony, de Stear y de Archie, déjeme quitarme esta angustia primero.

Candy miraba con ojos suplicantes a la rectora, mientras gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas. Sea porque Candy logró conmoverla, sea porque de todas formas, aunque recibir a los chicos en su habitación iba contra todas las normas del colegio, eran sus familiares y por tanto la chica debía ser enterada en cualquier momento de lo ocurrido con ellos, la mujer accedió a la petición de Candy.

-Está bien- habló- aunque no debiera hacer una excepción contigo, dada la gravedad de tu situación, la hermana Margaret te acompañará a verlos, solamente unos minutos, y después deberás regresar conmigo, para imponerte tu castigo.

Candy asintió en silencio, y la rectora se encaminó a la puerta seguida por la chica, y al abrirla se encontró con la hermana Margaret que en silencio aguardaba de pie.

-Acompañe a la señorita Andley a la enfermería, solo unos minutos, y regresen aquí enseguida- ordenó la hermana Grey, y en cuanto Candy salió de su oficina cerró la puerta.

Las dos marcharon nuevamente en silencio, y cruzando corredores y espacios abiertos, en unos minutos llegaron a la enfermería, donde otras religiosas, un sacerdote y un médico se movían laboriosamente. La hermana Margaret se acercó a una de las religiosas y le habló en voz baja y con movimientos rápidos, ambas voltearon a ver a Candy, quien no alcanzaba a escuchar su conversación, pero imaginaba perfectamente de que iba. La religiosa se puso pálida, y le hizo señas a Candy que se acercara.

-¿Tú eres familiar de los Andley?- le preguntó nerviosamente a Candy,

Ella, incapaz de pronunciar palabras, asintió.

- Sígueme entonces- dijo amablemente la religiosa, y llevó a Candy tras una cortina, a la habitación principal de la enfermería, donde varias camas se encontraban en dos hileras, pegadas a las paredes, y Candy buscó rápidamente con la mirada sobre las camas, notando que solamente tres de ellas estaban ocupadas. El corazón de Candy dio un vuelco al reconocer a Anthony en la cama más cercana a ella, y olvidándose de todo lo demás, se acercó a él.

-Anthony- dijo suavemente Candy al acercarse al chico rubio recostado, inmóvil. Candy notó que tenía una pierna en un suspensorio, y se sintió mal pensando que tal vez se la había roto en la caída. En un impulso, pasó una mano sobre la frente del chico para despejar sus cabellos, y su sangre se congeló al toparse con una vendaje que le rodeaba la cabeza, porque entendía que la caída había sido más fuerte de lo que ella había imaginado en un comienzo.

Pero al sentir el contacto de su mano, el chico rubio, poco a poco, abrió los ojos, hasta verla fijamente.

-Candy- dijo él demasiado bajo, como si le costara sacar el sonido, pero esforzándose por sonreir.

-¿Cómo te sientes?- le preguntó ella con una sonrisa que en verdad le salía del alma, pues hasta este momento, desde que ella volvió de su desmayo, había temido que su mala fortuna hubiera alcanzado al chico que más amaba. Pero esa sonrisa se mezclaba involuntariamente con lágrimas.

-No llores, pecosa- dijo Anthony tratando de levantar una mano hacia el rostro de Candy, pero hizo una mueca de dolor, y desistió de su intento.

-No te muevas- dijo Candy con preocupación.

-Estoy bien- contestó Anthony- dentro de lo que cabe. Solo es cosa de descansar, y pronto estaré como nuevo.

-Me alegro- contestó Candy. Y entonces ella pensó que se había preocupado en vano todo el día, Anthony estaba bien, y seguramente…

-¿Candy?- escuchó que la llamaron de la cama contigua. Y ella volvió el rostro, y se encontró con el de Stear, y lo vió extraño, pero pronto se dio cuenta que nunca lo había visto sin lentes… y que del rostro estaba mucho más golpeado que su primo.

-¡Pero Stear!- no pudo evitar exclamar Candy -¡como has quedado del rostro!

-Lo sé- contestó el chico- pero aunque no lo creas, me fue bien. Mis gafas se rompieron en la caida ¿sabes? Y fue una suerte que se me salieran antes de terminar de caer, o podría haber perdido la vista.

-Todos están bien, ¡cuanto me alegro!- dijo Candy- estaba muy preocupada por ustedes.

-Eso espero- dijo Stear entristeciendo el tono en su voz.

-¿Qué quieres decir?- contestó Candy, y en ese momento volvió el rostro a la otra cama ocupada en la enfermería, y no reconoció el rostro.-¿Quién es él?- preguntó Candy dándose cuenta que no era Archie el ocupante de esa cama -¿Dónde está Archie?- preguntó en un intento de corregir la pregunta anterior por la que era verdaderamente adecuada.

-No lo sabemos- contestó Anthony con un dejo de tristeza- desde el primer momento lo llevaron aparte de nosotros.

-¿Porqué?- preguntó alarmada Candy.

-Candy- contestó Stear viendo la preocupación de la chica- Los tres caímos de la soga. Si bien, mi daño no fue tanto por estar más cerca del piso, y aunque la caída de Anthony fue de mayor altura, no se hizo tanto daño como pudo suceder, porque tanto mi hermano como yo amortiguamos su caída.

-Y fue por mi culpa- dijo Anthony con los ojos llenos de lágrimas- que Archie recibió más daño que nosotros en la caída.

-No puedes culparte por eso- dijo Candy en un intento por hacerlo sentir mejor- los accidentes pasan, pero verás como todo sale bien, y…

-Desde que nos trajeron- la interrumpió nuevamente Anthony- Archie venía inconsciente, y mandaron traer médicos con urgencia, porque él se veía muy mal, e improvisaron una sala de operaciones, pero escuché que uno de los médicos dijo que no parecía que pudieran hacer mucho por él. Y sí Candy, fue mi culpa, porque…

En ese momento, se abrió una puerta al fondo de la enfermería, el lugar que habían acondicionado como sala de operaciones, y salieron dos médicos del lugar, con paso cansado y la mirada apagada, y se acercaron a los chicos.

-Lamentamos informarles…- fue todo lo que alcanzó a escuchar Candy, y no necesitó más para entender lo que había pasado. Tal y como Stear y Anthony le habían explicado, Archie recibió el mayor daño durante la caída, y acababa de morir en la mesa de operaciones.

Los detalles eran lo de menos, lo importante era que Archie, una de sus personas más queridas, había muerto, uniéndose a la cadena de accidentes y muertes que la rodeaban últimamente. Y Candy se sintió culpable… y se sintió mal porque Anthony se sentía culpable. Porque era ella la única que traía mala suerte a todos los que la rodeaban.

Los tres chicos lloraron, y lo más doloroso, sin duda, fue tratar de consolar a Stear, quien lloraba como un niño pequeño, ante la muerte de su único hermano, hasta que las religiosas, por instrucciones de los médicos, le dieron un sedante para que pudiera dormir.

Pero con todo y la pena, Candy tuvo que dejarlos, pues aún faltaba recibir su castigo. Así que, nuevamente acompañada de la hermana Margaret, después de despedirse de Anthony, y después de debatirse entre decirle “hasta mañana”, “espero verte pronto” o “lo de Archie no fue tu culpa”, se encaminó a la oficina de la directora, la hermana Grey, dispuesta a guardar silencio y aceptar lo que viniera.

Con nostalgia, Candy cerró el ventanal, lentamente cerró también las cortinas y se recostó de la manera que estaba vestida en la cama de su nueva habitación. Suspiró profundamente, decepcionada de saber que las cosas no estaban resultando tan bien como esperaba.

Hacía solamente tres días que había llegado a Londres e ingresado en el Real Colegio San Pablo, y ella, que ansiaba con toda su alma llegar a ese lugar para olvidarse de los rumores supersticiosos que en América corrían acerca de ella, ahora comprendía que podría correr, pero nunca esconderse, pues más tardó en llegar a Londres que los rumores en alcanzarla.

En tan solo tres días, Paty, la chica del cuarto de junto, había sido asesinada, ya no cabía duda, por alguien misterioso. Archie, uno de sus mejores amigos, había muerto de una forma completamente absurda, en un accidente que incluso puso en riesgo la vida de su hermano y de su primo.

Candy, después de una larga charla con la directora del colegio, estaba en un periodo de prueba, confinada a su habitación por un mes, y siempre acompañada por una religiosa que se encargaría de nivelarla para poderla mezclar posteriormente en las clases grupales.

Sin embargo, la chica estaba decidida a ser fuerte, a convertirse en una dama tal como la sociedad se lo exigía, porque, después de todo, cualquier cosa era preferible antes que pensar en alguna idea que pudiera separarla de Anthony.

Continuará…




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