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miércoles, 27 de octubre de 2010

Bicentenario de Chile

Bicentenario de la Independencia de Chile
Por Perla Gutiérrez




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El pasado 18 de Septiembre, Chile se unió a los países que celebran este año el Bicentenario de su Independencia. Dejaremos de lado en este momento la explicación referente a la discriminación racial, la cual aplicaba de igual manera para todo el continente, así como las causas que motivaron a su lucha por la independencia. Y nos avocaremos a los hechos particulares de la lucha por la Independencia de Chile.
Al conformarse en Sevilla la junta central (de la que hemos hablado en ediciones anteriores), la confusión también llegó al territorio chileno, pues la elite criolla se vio en la incertidumbre provocada por esta suerte de “vacío de poder”. La legitimidad de la autoridad de Bonaparte era un dilema para los criollos. Si el rey Fernando VII, la verdadera autoridad hispana, permanecía en cautiverio, el poder recaía en el pueblo, el que tendría que administrarlo hasta que el monarca fuera restablecido en su cargo.
Paralelo a esta situación, los vecinos de Santiago, agrupados en el Cabildo de la ciudad, lograron forzar la destitución del gobernador de Chile Francisco García Carrasco, quien se había ganado el rechazo de los criollos chilenos por su gobierno considerado déspota e ineficiente. En su lugar, el control de la gobernación recaería en el militar de más alto rango. De esta manera, el poder quedó en manos de Mateo de Toro y Zambrano, quien encabezaría la gobernación hasta que fuera designado un nuevo gobernador.
La elite criolla consideró apropiado, tomando en cuenta los sucesos que se desarrollaron en España, convocar a un cabildo abierto a los vecinos más importantes de la ciudad, a fin de discutir la posición que se tomaría ante la ausencia del rey Fernando VII. El 18 de septiembre de 1810, los vecinos de Santiago fueron citados al edificio del cabildo en la Plaza de Armas, y luego de una acalorada defensa de la autoridad del monarca español se decidió establecer una junta de gobierno encabezada por Mateo de Toro y Zambrano, que tendría como principal misión detentar el poder hasta que el Rey fuera liberado de prisión.
De la misma manera que en Argentina, la Primera Junta de Gobierno inició un proceso de transformación social y político muy profundo para esta singular colonia española. La tradicional división del proceso independentista contempla tres etapas: Patria Vieja, Reconquista y Patria Nueva.
Patria Vieja (1810-1814): Los criollos tomaron colectivamente el poder en nombre del monarca, sin una clara intención de independizarse. De hecho, la principal motivación de la Primera Junta de Gobierno fue conservar el poder durante la prisión del monarca Fernando VII. Sin embargo, durante esos años se arraigaron en el país las nuevas ideas liberales: los principios de la soberanía popular, el principio del gobierno representativo y el constitucionalismo. Comienza con la Primera Junta Nacional de Gobierno y culmina con el Desastre de Rancagua. La Primera Junta de Gobierno ya había establecido relaciones diplomáticas con la Junta de Gobierno de Buenos Aires; había abolido la Real Audiencia como Tribunal de Justicia, además de establecer comercio con las naciones aliadas de España. Sin embargo, el paso más radical fue la convocatoria a un Congreso Nacional para que fuera esa nueva institución la encargada de encabezar la administración.
Los ánimos en los criollos se modificaron de manera absoluta. Una vez que la Junta permanecía en el poder, y el rey de España no volvía a su trono, los criollos vieron la posibilidad de conseguir la autodeterminación en materia política. Una vez que se convoca la creación de un Congreso Nacional, se concibe la idea de la representación popular como base del Gobierno. Los criollos elegirían a sus propias autoridades, delegando el poder en ellos, para que estos crearan un cuerpo legal que diera forma institucional a un gobierno propio. Pero esto no era suficiente para dejar tranquilo a quienes pretendían profundizar la Independencia completa de Chile a la corona española. Las intenciones de independencia empiezan a ser encabezadas por José Miguel Carrera, personaje que dirige los primeros movimientos revolucionarios.
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Con la llegada al poder de Carrera, la búsqueda de la Independencia alcanzó su punto de mayor radicalización. Este criollo fue el que masificó este anhelo en gran parte de la sociedad. Motivado por un férreo deseo de Independencia promovió grandes reformas en esa dirección. La creación de los primeros símbolos patrios; una bandera azul, blanco y amarillo en franjas horizontales, y un escudo resguardado por una pareja de indígenas en ambos costados, luciendo las frases “Post tenebras lux” (Después de las tinieblas, la luz) en su parte superior, y “Aut consilio aut ense” (O por consejo o por espada) en la parte inferior. Al centro, lucía una columna en cuya cima se apreciaba un globo terráqueo, cubiertos por una lanza y una palma entrecruzadas. La estrella solitaria se encumbraba sobre la columna, engalanando este primer escudo nacional, creado el 30 de septiembre de 1812.
El gobierno de Carrera creó el primer reglamento constitucional, además de impulsar la prensa política con la creación de la Aurora de Chile, primer periódico nacional publicado con la ayuda de Camilo Henríquez, otro gran promotor de los primeros sentimientos de Independencia. Obras como éstas fueron el sello de una administración que gritaba a los cuatro vientos su deseo por independizarse de la Corona Española.
A esto hay que sumar la creación del Instituto Nacional y de la Biblioteca Nacional, como una clara señal de dotar a esta República en gestación de un cuerpo intelectual apropiado para afrontar los desafíos que la emancipación demandaba. Esta suma de obras tenían por objetivo pavimentar el camino para la creación de un sentimiento de Independencia lo más amplio posible. Había que convencer y llegar a quienes aún mantenían cierta cautela con los hechos ocurridos en Europa.
Masificar este ideal necesitaba de un gobierno que rompiera los lazos con su pasado colonial de manera radical, situación que Carrera encarnó de manera clara.
No obstante ello, todos los avances en esta materia se vieron truncados por hechos desarrollados en Europa. El rey Fernando VII recuperó su libertad en 1813, cuando el sueño imperialista de Napoleón se desmoronó en pedazos luego de su derrota en la batalla de Waterloo. Una vez restituido en la corona, el Rey español ordenó retomar el control de todas las colonias que habían formado juntas de gobierno. De esta forma, en cada rincón del imperio español se desarrolló una vasta campaña militar, la que no tenía otro objetivo que restablecer el orden colonial y borrar cualquier atisbo de intentona independentista.
Reconquista (1814-1817): En 1813 Fernando VII logró recuperar su trono y se encontró con que los ocupantes provisionales del gobierno de España habían impuesto una serie de innovaciones que él no compartía. En su intento por retornar a un gobierno absolutista, ordenó a sus funcionarios derogar todo cambio político ocurrido en España e intensificó las medidas que ya desde 1813 buscaban la recuperación de los dominios americanos. La acción del monarca estuvo dirigida en retomar el control de todas sus colonias: Buenos Aires, Montevideo, Caracas, Bogotá y México, lugares donde los criollos también habían tomado el poder, cedieron ante el poderío del monarca, acabando de golpe sus sueños independentistas. La situación en Chile no fue muy diferente. Llegaron nuevas tropas desde Perú, enviadas por el Virrey Fernando de Abascal. Las tropas realistas se enfrentaron con las fuerzas patriotas en Rancagua el 1 y 2 de octubre de 1814, señalando un abrumador triunfo de las fuerzas del monarca sobre los patriotas chilenos. Ya en las tropas chilenas se perfilaban José Miguel Carrera y Bernardo O´Higgins como los líderes de un proceso que demandaría más sacrificios para conseguir la meta de la ansiada Independencia.
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Luego de su triunfo sobre la administración y el “incipiente gobierno chileno”, los realistas impusieron una drástica vuelta al pasado e instauraron una dura represión contra los patriotas. A partir de ese momento, los criollos sintieron que España era su enemiga y las ideas independentistas se difundieron con más fuerza.
El ejército derrotado, encabezado por Bernardo O´Higgins, emprendió rumbo a Mendoza, lugar donde se reunirían con José de San Martín, caudillo que lideraba la misma lucha en tierras trasandinas. Por su parte, José Miguel Carrera se mantuvo en el exilio, buscando la manera de constituir una fuerza militar apropiadapara dar el golpe de gracia a las fuerzas españolas. La idea era reorganizarse, para que en un futuro no muy lejano, poder retomar la guerra contra los realistas y consolidar la Independencia en cada rincón de América.
En Chile, permaneció un colaborador muy importante para las fuerzas de San Martín. Manuel Rodríguez, el famoso “guerrillero” de la causa independentista, fue fundamental en la labor estratégica de los patriotas. Fue un espía muy importante, además encabezó un cuerpo de guerrilla conocido como “montoneras”, las que en más de alguna ocasión lograron desestabilizar las tropas del ejército regular de los realistas. Su labor fue esencial en esta oscura época de la Independencia nacional.
La reorganización del poder colonial en Chile estuvo en las manos del gobernador Francisco Casimiro Marcó del Pont, quien encabezó una dura represión contra todos los “patriotas” chilenos. Restableció toda la institucionalidad hispana en la colonia, además de clausurar las obras más relevantes del gobierno de Carrera, como el Instituto Nacional y la Biblioteca Nacional.
Como señalábamos anteriormente, un factor importante que permitió mantener la causa independentista en pie fue la acción de Manuel Rodríguez. Marcó del Pont, consiente del peligro que representaba para la restauración española, intensificó la persecución de Rodríguez y sus montoneras, situación que aumentó además la imposición de su autoridad al resto de la sociedad criolla que simpatizaba con la independencia. De esta manera, el gobernador desarrolló una política mucho más férrea en contra de los criollos. Impuso el cobro de fuertes contribuciones para la Corona, expropió haciendas, tomó prisioneros y deportó a la isla de Juan Fernández a un número importante de patriotas, además de restablecer la esclavitud y de poner fin a la libertad de comercio. Los criollos no estaban acostumbrados a situaciones de fuerza como éstas. Los atropellos y despojos que sufrieron despertaron en ellos profundos sentimientos de antipatía hacia España y el rey; las ideas de Independencia, antes patrimonio de unos pocos, se extendieron a buena parte de la sociedad.
Conformación del Ejército libertador de los Andes: Con el Desastre de Rancagua se inicia la restauración del orden colonial en Chile, ante esa realidad, las fuerzas patriotas no tuvieron otra alternativa que reagruparse en Mendoza. Tal como indicábamos anteriormente, por iniciativa de José de San Martín, se constituyó el denominado “Ejército Libertador de los Andes”, una fuerza militar compuesta por más de 5.000 efectivos, entre soldados y auxiliares. Por otro lado, más de 190 oficiales estaban a cargo de los 4 batallones, de artillería, infantería y caballería. Toda esta fuerza buscaría acabar con la dominación hispana, tanto en Chile, Argentina y Perú. Si en alguno de estos lugares se mantenían los realistas, consolidar la Independencia se hacía prácticamente imposible. Había que actuar rápido para sorprender al enemigo, situación que los líderes patriotas pusieron en práctica. De esta forma, el plan de San Martín era cruzar la cordillera a través de distintos puntos de manera sincronizada. Desde Copiapó hasta Talca, divididos en 6 columnas, las fuerzas del Ejército Libertador ingresaron a Chile, ocupando puntos estratégicos y neutralizando así cualquier acción de las fuerzas realistas.
El grueso del Ejército atravesó por la zona central, bajo el mando de San Martín y O´Higgins. Dos columnas ingresaron por el norte con la misión de controlar Copiapó y La Serena. Por el sur, otras dos columnas debían distraer a las fuerzas realistas haciendo creer que eran las más numerosas. Con esa acción, los realistas se dividieron, situación que debilitó la presencia de éstos en la zona central.
Entre el 19 de enero y el 8 de febrero de 1817, el Ejército Libertador de Los Andes atravesó la cordillera de la manera recientemente señalada. Este acontecimiento se transforma en un hito de gran relevancia para la causa independentista, siendo por cierto, un hito en cuanto a labor estratégica realizada por los patriotas durante todo el desarrollo de la lucha por la emancipación. El cruce de Los Andes constituye el inicio de la última fase del proceso de Independencia nacional. Ya con el Ejército Libertador dispuesto a expulsar a los realistas, la guerra entra en su etapa más dura. Por su parte, los patriotas veían la última oportunidad por conseguir la preciada emancipación. El sentimiento de rechazo a los realistas era evidente, por lo que la acción de este Ejército sería seguida con mucho entusiasmo por todos quienes aspiraban a constituir un país independiente.
Patria Nueva (1817-1823): La última fase de la Independencia nacional presenta bastantes particularidades. Por una parte, se inicia con la llegada del Ejército Libertador de Los Andes, marcando a fuego una etapa donde la guerra por la Independencia manifestó su magnitud en gran escala. Y por otro lado, la presencia de los realistas se vería en serio peligro por primera vez durante todo el proceso. Ya a esta altura, la Independencia se transformaba en un objetivo por el que no se estaba dispuesto a transar. La emancipación había que ganarla a sangre y fuego, “o por consejo, o por espada”.
La Batalla de Chacabuco señala el inicio de esta etapa. El 12 de febrero de 1817, en las afueras de la ciudad de Santiago, las fuerzas patriotas comandadas por San Martín y O´Higgins lograron un gran triunfo sobre los realistas. La victoria en Chacabuco permitió a los patriotas ingresar a la capital sin mayor oposición. La columna de soldados ingresó a la ciudad por la actual Av. Independencia, siendo recibidos por cientos de vecinos adherentes a la emancipación.
Este éxito patriota provocó la huida del gobernador Marcó del Pont, y la retirada de las pocas tropas realistas a la ciudad de Concepción. Enterado de esta situación, el Virrey del Perú envió refuerzos vía marítima al puerto de Talcahuano, comandados por Mariano Osorio, quien debía encabezar la ofensiva hacia las ciudades dominadas por los patriotas.
Luego del resultado de esta batalla, se decidió nombrar a O´Higgins como Director Supremo, la máxima autoridad política en momentos donde había que unificar las fuerzas patriotas para dar caza a los realistas que se reagrupaban en el sur de Chile.
Con ese objetivo partió O´Higgins a la ciudad de Talca en febrero de 1818. Decidido a impulsar la liberación de Chile, el 12 de febrero proclama solemnemente la Independencia de Chile en un acto público en la Plaza de Armas de la ciudad, conmemorando el primer aniversario de la victoria en Chacabuco. En Santiago también se realizaron manifestaciones públicas sobre esta proclamación, encabezadas por José de San Martín. Esta vez, la bandera que flameaba tanto en Santiago como en Talca fue nuestro actual pabellón patrio, señalando a viva voz la nueva condición política de Chile. Sin embargo, los realistas aún tenían algo que demostrar. El 19 de marzo de 1818, las tropas de Mariano Osorio sorprendieron a los patriotas que acampaban en las afueras de Talca, en la localidad de Cancha Rayada, provocando la derrota más dolorosa para el bando patriota. El pánico ante este fracaso militar cundió en los patriotas, sobre todo cuando corrió el rumor de que el Director Supremo había muerto en el campo de batalla. Las noticias llegaron a Santiago anunciando la pronta llegada de los realistas para tomar la capital. No obstante, en medio de la desesperación, Manuel Rodríguez, el único líder patriota presente en la capital, proclamó en la Plaza de Armas un esperanzador: “Aún tenemos patria ciudadanos”, intentando mantener la moral en alto ante tan malas noticias.
Al parecer de algo sirvió este hecho. Luego de conocerse que O´Higgins no estaba muerto, tan sólo herido en un brazo, los patriotas se reagruparon nuevamente en Santiago. Ante la pronta llegada de los realistas a la capital, las tropas comandadas por San Martín aguardaron en los llanos de Maipú, al poniente de la ciudad. De esta manera, el 5 de abril de 1818, se desarrolló la batalla decisiva entre patriotas y realistas. La batalla de Maipú señaló el triunfo definitivo del bando patriota.
A pesar de su estado de salud, O´Higgins se presentó en el campo de batalla para cooperar con San Martín. La victoria sobre los realistas se firmó con el denominado “abrazo de Maipú” entre ambos líderes del Ejército Libertador de los Andes. El largo y tortuoso proceso de Independencia de Chile había culminado.
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