Leyendas de Hadas
El árbol de las lágrimas
Dicen los que saben, que las hadas también lloran, aunque no lo hacen como los humanos.
El llanto de las hadas no se pierde en los pañuelos, ni se evapora en el aire.
Dicen que cuando lloran de alegría, sus lágrimas se convierten endiminutas cuentas de colores brillantes y que las hadas hacen con ellas pequeñas joyas: collares, pendientes y colgantes con los que adornarse y que siempre las llevan puestas para recordar el motivo feliz que las provocó, pero si su llanto es de dolor, es distinto su destino.
Dicen que cuando los antiguos espíritus del bosque oyen a las hadas llorar de pena, desde el mismo corazón de la tierra hacen brotar un árbol frondoso, azul y brillante como el cristal y cada lágrima de hada se transforma en una hoja nueva prendida a sus ramas que crecen y crecen.
Las hadas han derramado muchas lágrimas por todos los niños que nunca las conocerán porque les cortaron el camino de la vida el hambre, el frío o el terror. Y saben que el Árbol nunca dejará de crecer, que nunca cesará la violencia ni la injusticia pero se consuelan teniendo un lugar tan especial donde guardar su pena, porque un árbol crece hacia las alturas y la luz.
Hacia donde la paz siempre es posible
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Las hadas de los pájaros
Cuando llega el frío al bosque los pájaros corren grandes peligros. No hay mucha comida y tienen que hacer largos recorridos para encontrarla. Tan largos que algunos se pierden, o caen agotados al suelo, sin fuerzas para seguir volando.
Es por eso que, en este tiempo invernal, las Hadas se preocupan mucho por ellos y cuando el sol empieza a ocultarse, recorren los bosques y las orillas de los lagos en busca de pajaritos perdidos o cansados para darles cobijo.
Pero hay un Hada, a quien las mamá pájaro quieren de forma especial, porque siempre está dispuesta a cuidar de los pequeños mientras los mayores buscan el alimento que necesitan.
Ella los acomoda entre sus cabellos, adornados con flores y pequeñas ramas, y deja que duerman o que jueguen hasta que sus papás regresan. Y si, por alguna desgracia, no lo hacen, cuida de ellos hasta que son lo bastante mayores para cuidarse por sí mismos.
Es mucho trabajo, pero nunca, nunca, el Hada se ha quejado.
No estoy segura de cuál es su nombre, pero los pájaros la llaman Alita.
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