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viernes, 4 de febrero de 2011

In Focus



Abuso Mental

Desde que el mundo es mundo, y la humanidad es humanidad, ha predominado la ley del más fuerte. Desde la antigüedad los padres siempre han dominado a los hijos, el hombre ha dominado a la mujer, los maestros han dominado a los alumnos, y los jefes han dominado a los empleados a base de un ejercicio excesivo de autoridad. Durante miles de años, el ejercicio de esta autoridad fue a base de golpes, maltratos físicos, castigos excesivos destinados a doblegar la voluntad. Y fue por esto, en aras de evitar la violencia, la humillación y el maltrato, que en épocas recientes, comparada contra los miles de años que se tienen aplicando castigos físicos, se empezaron a aplicar políticas en diferentes partes del mundo para evitar el maltrato físico.

En gran parte del mundo se abolió la esclavitud (eso dicen). Se establecieron los derechos de los niños, y a los maestros se les quitó la autoridad para disciplinarlos con castigos corporales. En algunas partes del mundo, los niños incluso pueden demandar a sus papás si llegan a levantar una mano para darles un zape a sus hijos (entiéndase por zape, golpe que se da de manera rápida y directa en la cabeza, con el pretexto de "acomodar las ideas"). Se llevan a cabo campañas de apoyo para ayudar a las personas que son golpeadas en sus hogares, y hay leyes contra muchos tipos de maltrato. Aunque se puede decir que se han logrado grandes avances, todavía falta mucho, muchísimo camino por recorrer para lograr una sociedad libre de violencia, porque hay una característica de la violencia muy difícil de erradicar, y de la que derivan todas las demás: el abuso mental.

¿Todo queda en familia?

Como siempre se ha sabido, la familia es la base de la sociedad. Y es en la familia donde el individuo recibe las primeras dosis de abuso mental, las cuales lo condicionan para aceptar burlas, humillaciones y vejaciones de cualquier otro ambiente y persona, considerándolo como una situación normal y aceptable. Hay madres y padres de familia que de manera inconsciente abusan mentalmente de sus hijos, pues lo hacen repitiendo palabras que muchas veces les dijeron a ellos, acompañado de la frase "te lo digo por tu bien" hasta que se lo creyeron. Hay quienes lo hacen de manera consciente, alegando que "si no me dan derecho a pegarle, de acuerdo, no le pego, pero nadie me va a quitar mi derecho a humillarlo". Cuantas veces, los padres no hemos dañado más de la cuenta a nuestros hijos utilizando las siguientes frases:

"No sé porque carajos Dios me mandó hijos"
"No haces nada por lo que me sienta orgulloso de ti"
"Es que te verías mejor si te arreglaras como yo te digo, porque tú todavía no sabes hacerlo"
"Cuando yo tenía tu edad..."
"No sé de donde sacaste lo pendejo"
"¿Porqué no eres como tu hermano (a)?"
"Estaría mucho mejor si solo hubiera tenido a tu hermano (a)"
"Nunca creí que llegaría el momento en que aborrecería a uno de mis hijos"
"(mirada despectiva de arriba a abajo) Que feo te ves, pareces (inserte palabra despectiva)"
"¡Cómo dices tonterías cuando hablas!"
"Todo lo haces mal"
"Por eso es que nunca vas a encontrar a nadie que te quiera"
"Es que yo siempre hago todo por ti, y es tu obligación hacer las cosas como te las pido, cuando te las pido"

Creemos erróneamente, que si no hay golpes, palabras altisonantes o gritos de por medio, el efecto de las palabras se les va a pasar pronto. En muchas ocasiones, duele mucho menos un golpe, que los insultos que se hacen a la inteligencia, y que posteriormente le quitarán a nuestros hijos la capacidad de imaginar e inventar sus propias soluciones.

El principal problema que tenemos los padres, y por lo que nos comportamos de esa forma con nuestros hijos, es porque la sociedad nos está comiendo el mandado. La globalización no avanza al ritmo de la sicología y nuestra capacidad individual para analizar nuestro comportamiento, lo que aprendimos, lo que queremos enseñar y lo que realmente somos capaces de enseñar.

Queremos educar a nuestros hijos sin los golpes que recibimos nosotros. Eso no está mal. Lo que está mal, es que no somos papás de tiempo completo. Y no me refiero a que trabajamos fuera de casa. Me refiero a que dejamos a nuestros hijos expuestos a muchas influencias nocivas, que pueden ser: la televisión, los videojuegos, personas con mentes dañadas, etc. Y de pronto, la única forma de demostrarnos a nosotros mismos que tenemos autoridad sobre nuestros hijos, es a base de humillación y de insultos.

La doble moral de la televisión

Casi nunca supervisamos lo que nuestros hijos ven en la televisión. Y cuando lo hacemos, en muchas ocasiones los dejamos viendo un canal "para niños", sin percatarnos de todo lo que nuestros hijos absorben de ella y que pronto manifestaran en su comportamiento. En la mayoría de programas hechos especialmente para niños, los protagonistas tienen comportamientos imprudentes, realizan un sinfín de actos riesgosos, estúpidos e irreflexivos. Sus comentarios son inapropiados, hirientes y humillantes, que en lugar de preparar al niño para enfrentar y resolver sus problemas, lo condicionan a que la humillación existe en todos lados, y que si no cuentas con una solución mágica no te librarás de ella.

Y acompañando a estos programas, están los comerciales de televisión dirigidos para niños, los cuales en su mayoría reflejan lo bien que estaría el mundo si no tenemos autoridad (padres, maestros, ancianos, etc.) La mayoría de los juegos que atraen a nuestros hijos involucran accidentes y derramamientos de sangre, aunque los niños suponen que está bien, porque al reiniciar el juego el personaje está enterito y sin un rasguño. Pero esto los condiciona a crearse a sí mismos o crear para otros situaciones de riesgo creyendo erróneamente que no tendrán consecuencias; y de aquí derivan la delincuencia juvenil, la drogadicción, etc.

Después de esto, los hijos subconscientemente muestran en sus casas actitudes derivadas de toda la mala educación a la que los dejamos exponerse, y queremos frenarlas a base de violencia, insultando su personalidad, sus capacidades y su inteligencia.

Discriminación

Se ha hablado mucho de que la sociedad debe ser incluyente. Y otra vez, es en la familia donde aprendemos a discriminar. Dicen que los niños son muy crueles, porque es en las escuelas primarias donde se recibe la mayor cantidad de burlas, pero los niños siempre repiten lo que aprenden en sus casas. ¿Cuántas veces no hemos visto que a los niños (varones) les dicen "no llores, pareces marica"? ¿A cuántos niños, cuando se equivocan por falta de coordinación verbal o sicomotora no les han gritado "pareces un retrasado mental"? Los padres son los primeros en ponerles un sobrenombre a sus hijos cuando están obesos, cuando no son el más blanco o el más alto de la familia y en compararlos con los hermanos, los primos, los niños de los vecinos o los hijos de los amigos. Y somos los primeros en decirles a nuestros hijos porque queremos que cambien de amigos, pues siempre le encontramos algún pero a las características físicas o sociales de su amiguito. Ah, pero eso sí, somos los primeros en castigarlo cuando lo reportan de la escuela porque insultó a la maestra suplente porque no es tan bonita como la maestra titular, o porque le jugó bromas al niño discapacitado, y todavía le decimos que no entendemos de donde aprende ese mal comportamiento.

Violación: Abuso sexual

Y aunque les cueste creerlo, esta clase de abuso se está recibiendo de primera mano en el seno familiar. El índice de violación a menores indica que en la mayoría de los casos se trata de una persona conocida por la familia o por el niño. Y para prevenirlo, estamos cometiendo otra clase de violación, la violación mental.

¿Les parece fea la expresión? Es la que pasó por mi mente cuando una persona, entre risas, hablaba sobre las "ocurrencias" de su sobrino de seis años. La anécdota trataba de un día que el niño estaba en el cuarto de su abuela, y cuando alguien más entró de visita, el pequeño se quejó de ser interrumpido "justo cuando nomás le faltaba quitarle un botón para desnudarla completita, porque ya la había convencido de tener sexo". La señora vio mi cara de molestia cuando me contó esa anécdota, y trató de justificar al niño diciendo "pero no es un niño grosero, él dice esas cosas con nosotros porque sabe que nos dan risa, pero con el resto de la gente se porta muy bien".

Pero lo que pasaba por mi mente, no es la idea de que el niño es un grosero por decir esas cosas sobre su abuela, sino ¿de dónde saca el niño esa información? El día de hoy, en los planes educativos, se les habla a los niños de sexualidad incluso antes que enseñarlos a leer y escribir. Se supone que la idea de los planes de estudio, y la idea en muchos hogares, es proporcionarles a los niños la suficiente información para que sepan defenderse a sí mismos cuando una persona trate de agredirlos física y/o sexualmente.

Sin embargo, yo creo que proporcionarles a los niños información en exceso cuando no tienen la madurez y la capacidad de digerirla, es una violación mental. Como los niños no tienen la capacidad de analizar correctamente esa información, se quedan pensando en ella más tiempo de lo que sería normal y razonable. ¿Han visto cuanto se obsesionan los niños con la idea de que Santa Claus vendrá a dejarles un regalo en navidad, o que el ratón de los dientes les pondrá un premio cuando muden un diente? ¿Cómo se obsesionan cuando esperan un premio, o con cuánto detalle recuerdan una pesadilla? Esa es la misma atención que ponen cuando les explicas todo lo que sucede en una relación sexual, o cuando les adviertes todo lo que les puede pasar si algún desconocido se les acerca en la calle.

Y en ese momento, que más da que alguien se les acerque en la calle o no, porque al proporcionarle tanta información al niño, que lo hizo pensar durante tanto tiempo de manera sexual, consentido u obligado, tú has efectuado el primer ataque sexual contra la mente del niño, porque le has dado a pensar algo que a él no se le hubiera ocurrido. Hablarles demasiado claro sobre sexualidad, es lo mismo que permitirles ver películas pornográficas. Y sí es violencia, porque una vez que su mente deja de ser inocente, nunca lo volverá a ser.

Recuerda, es tu obligación proteger a tus hijos de acciones, y de palabras dañinas. Enséñale los peligros poco a poco. ¿Para qué explicarles a los seis años todos los peligros sexuales que pueden correr si hablan con extraños, si para ellos es suficiente susto la idea de ser robados y vendidos a otros papás? Hay quienes me van a decir que los niños deben estar preparados para todo, porque un abusador te puede asaltar en tu misma familia o hasta en la escuela. Pero yo les contesto, a los niños no los atacan porque les falte información para estar a la defensiva. Los atacan porque los dejamos solos con personas en las que nosotros confiamos, y los niños no tienen la suficiente fuerza física para defenderse de un ataque. Cuando el atacante es, tristemente, algún miembro de la familia, es porque nosotros confiamos en ese miembro de la familia para cuidar a nuestros hijos. Cuando es atacado en la escuela, o en el trayecto a la escuela, normalmente es porque los papás recogen al niño muy tarde de la escuela, o de plano nadie recoge al niño de la escuela y todos están hechos a la idea de que el niño llegará solo a su casa. Antes de hablarles a tus hijos de peligros, tú eres quien debe hacerse responsable de evitárselos. No dejes solos a tus hijos, no los dejes al cuidado de personas solo porque supongas que van a estar bien. Investiga lo que tengas que investigar de quienes cuidarán a tus hijos.

Y sí, enseña a tus hijos a prevenir peligros, pero poco a poco, no les des toda la información cuando no tienen edad para manejarla, y no les dejes toda tu responsabilidad de hacer por ellos lo que tú no puedes o no quieres hacer.

Violencia de pareja

Cuando estás acostumbrado a que en tu hogar te insulten, te humillen, y sobre todo, cuando te dijeron "por eso es que nunca vas a encontrar a nadie que te quiera", te llegas a sentir en la obligación de aguantar a la pareja que te toque, como te toque, y hasta estas agradecido. Alguna vez leí la frase "es increíble lo que una persona puede hacer por evitar la soledad". Haces cambios físicos, cambias tu comportamiento, tus actividades, tus amistades, todo porque una persona te quiera y te acepte. No te sientes lo suficientemente bueno, y aceptas cuando tu pareja te dice todo lo que a su juicio, haces mal. Tu pareja puede ridiculizarte y burlarse de ti, y tú crees que está bien al cabo que no te pega. Y cuando te pega, lo justificas.

Pero una mamá, un papá que acostumbró a sus hijos a las humillaciones, en ningún momento aceptará que es su educación la que ocasiona que sus hijos tengan relaciones insanas y problemáticas. Pues, les tengo una noticia, sí, es nuestra culpa, y si no queremos que nuestros hijos tengan relaciones dañinas de pareja, no los acostumbremos a buscar humillación.

En el trabajo

Por todos lados nos dicen que debemos estudiar para encontrar un buen trabajo. Y al pensarlo, solo contemplamos el pago que recibiremos, y podemos llegar a deslumbrarnos con las prestaciones. Si afortunadamente sufrimos humillaciones y maltratos en nuestras casas, no nos costará ningún trabajo encajar en un clima laboral donde se siguen las siguientes pautas:

"Nadie es indispensable"
"La puerta es muy grande, para entrar y para salir, se pueden ir cuando quieran"
"Debería darte vergüenza demostrar que no quieres a tu empresa, y que no eres capaz de hacer nada por ella"
"El trabajo está muy escaso, deben agradecer que tienen este y hacer lo que yo les diga, les guste o no"
"Este es el único trabajo que tienes y que podrás conseguir en mucho tiempo, así que te tienes que adaptar a mis condiciones"
"Cómo me haces gastar dinero, no te sabes otra"
"Quisiera que algún día trajeras buenas noticias y dejaras de molestar a cada rato"
"Yo soy tu jefe... no te van a creer"
"Yo tengo más tiempo que tú, tu palabra aún no vale"
"Como estorban los eventuales (los de honorarios) en el reloj checador, quítense y checan después"
"La ley federal del trabajo me hace los mandados"
"Tú que te quejas y yo que no te doy carta de recomendación"
"Estás a prueba, no tengo porque darte servicios médicos"
"Para que quieres IMSS, si el servicio es muy malo... mejor págate el seguro popular... no te lo voy a pagar yo porque para mí no es deducible"
"Te voy a afiliar con menor salario, y te doy la diferencia a ti, ¿qué te parece?"

Cada frase tiene su propia aplicación práctica. Pero la finalidad de todas es abusar del empleado. En algunos casos, quitándole sus derechos laborales, prestaciones sociales, derecho a generar antigüedad, derecho a solicitar permisos o promociones, o incluso para obligarlo a trabajar jornadas extras o días extraordinarios sin remuneración. En otros casos, y aunque muchos quieran negarlo, son frases para acosar sexualmente a los trabajadores y mantenerlos callados. ¿Pero les digo algo? No es cierto. Que sea el único trabajo que tienes en este momento, no implica que no puedes encontrar otro, o que no te puedes inventar uno tú mismo. Solo te falta valor para arriesgarte un poco y confianza en ti mismo. Trabaja bien, no seas mediocre, no hagas como si trabajaras porque tus jefes hacen como que te pagan, pero no te conformes con menos de lo que sabes que te mereces, y no dejes que tus jefes se aprovechen de ti nomás porque es lo que tus papás te enseñaron en tu casa.

Consejos para formar humanos:

-Cuenta hasta diez, un viejo consejo pero muy efectivo. Y mientras cuentas, empiézate a preguntar:
Lo que le vas a decir a tus hijos ¿te gustaría que te lo dijeran a ti?
Lo que le vas a decir a tus hijos ¿cómo lo tomarías si alguien que no eres tú se los dijera?
¿qué harías si eso que les vas a decir se lo dicen sus abuelos, sus tíos, sus maestros, sus hermanos, otros niños, o cualquier otra persona?
Si eso que les vas a decir a tus hijos, alguna vez te lo dijeron a ti, ¿cómo lo tomaste?
¿Qué te gustaría que te dijeran si tú fueras el regañado justo en ese momento?

-No le cedas tu autoridad a nadie, así evitarás que sean castigados excesiva e injustificadamente. Ojo, ceder la autoridad no es sinónimo de inculcar respeto. Que no les concedas la autoridad a sus maestros, abuelos, tíos, primos y hermanos, para aplicar castigos y utilizar vocabulario más allá de lo que tú les permitas, no implica que tus hijos tengan derecho a comportarse de manera inapropiada durante tu ausencia.

-Muéstrate empático con tus hijos antes de regañarlos, trata de entender su motivación, de dialogar y de llegar a un acuerdo.

-Cumple siempre tus promesas, las buenas y las malas. No prometas lo que no estés dispuesto a cumplir, ni castigos ni premios excesivos.

-Aléjalos de las influencias nocivas. Sé que en esta época de globalización es difícil e inexplicable quitarles la televisión y los videojuegos. Pero si les limitas los horarios de televisión a los momentos en que tu puedes acompañarlos, de verdad, no les va a molestar. Porque si hay una cosa que los niños adoran más que ver televisión, es tener actividades junto con sus papás. Y haz más cosas con tus hijos: involúcralos en la cocina, practiquen deporte en familia, tomen alguna clase juntos, salgan al campo, a la playa, al parque, al museo, a caminar por la ciudad como si estuvieran turisteando... hay muchas cosas que puedes hacer por tus hijos en las que puedes ser mejor influencia que la televisión.

-Como complemento a lo anterior, vence tu cansancio, toma multivitamínicos, o lo que tengas que hacer, para que al llegar del trabajo puedas darles a tus hijos esa atención de calidad que como familia merecen. Después de todo, tienes que recordar que trabajas para vivir, no vives para trabajar.

-Los niños absorben todo lo que oyen, lo bueno y lo malo. En lugar de humillarlos diciéndoles que lo que hacen es estúpido, ayúdalos a que exploten una habilidad física o artística, y después ponles de ejemplo sus propios éxitos, para que se hagan conscientes que pueden hacer bien todo lo que se propongan.

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